martes, 25 de septiembre de 2012

Capítulo 3: I need a plan!

El reloj indicaba las ocho de la noche. Era martes, un día normal para la gran mayoría de los habitantes de Islamabad pero no así para nosotros. En un cierto tramo de la autopista que conecta las ciudades gemelas circulaba un viejo taxi con clientes internacionales: un brasileño, una argentina y un joven pakistaní. El motivo por el cual nos habíamos tomado el taxi era porque todos los micros a las Northern Areas se acababan de cancelar. No teníamos idea de qué hacer, el chofer manejaba sin dirección, ya que no sabíamos donde ir.


Un clima pesado, bronca y mucho cansancio reinaban en el coche. Lo único en lo que podía pensar era en bañarme y tirarme en la cama. Decidiendo donde pasar la noche, sabíamos que nuestros amigos pakistaníes conocían un hostel "muy barato" pero al pedirles la dirección del lugar obtuvimos como respuesta: "den unas vueltas con Ashan, vengan al restaurant donde estamos nosotros y de ahí los dejamos en el hostel, porque todavía no sabemos donde es". No era lo que queríamos, no podía pensar en pasear ni ir a ningún lugar que no fuese un hostel en ese momento.

Nuestro amigo Ashan, a quien acabábamos de conocer, intentaba animarnos. Nos hablaba de las cosas que podríamos conocer en Islamabad, que podríamos volver en otra oportunidad al Norte con más tiempo, más seguros y etc etc. Nos costaba mantener la conversación, había sido un día de emociones muy fuertes. Antes de venir a Pakistán muchos de mis conocidos estaban muy sorprendidos, no podían entender por qué venía aquí si no es un país del cual se escuchen noticias muy buenas. Bueno, imaginen venir acá y no dejar de escuchar historias sobre la inseguridad y consejos que a veces llegan a ser contradictorios! Y luego conocer gente que viajó, ver sus fotos y no saber a quién creerle y a quién no. Por lo que, en aquel momento, la seguridad de la región del norte no era el tópico a tratar. Cambiando de tema, Ashan nos pregunta si nos gustaba la cerveza. Respuesta afirmativa, que originó el siguiente diálogo (traducido aquí al español por su fiel servidora):


- ¿Tomaron alguna en Karachi?
- Sí
- ¿Qué marca de cerveza probaron?
- La Murree
- ¿Les gustó?
- Eeeeemm.... sí (a todo esto no sabíamos bien qué tan comunicativos ser sobre nuestros hábitos occidentales por lo que contestábamos con pocas palabras y seguíamos ensimismados, mirando la ventana)
-Me alegro mucho de escuchar que les haya gustado, yo soy el dueño
- (Giramos rápidamente nuestras cabezas) QUEEEEEEEEEEEEE?!?!?!!?
- Sí, soy el dueño, mi familia tiene hace años la empresa. Pueden venir a visitar la fábrica si quieren.

Una carcajada histérica se apoderó de mí, no podía parar, lloraba, me reía y gritaba "Whaaaaat? Dude, is this for real?" y me seguía riendo. Nota mental: nunca podés dejar de sorprenderte en Pakistán. Michel tampoco dejaba reírse y ambos dijimos que definitivamente queríamos a visitar la fábrica. Murree Brewery es la única empresa que produce cerveza, whisky y vodka legalmente en Pakistán y conocer a su dueño no es algo de todos los días.

Como los aiesecers no nos contestaban, fuimos a la casa de Ashan en pleno festejo de Eid a cenar junto a su familia. Nos parecía un disparate absoluto, le dijimos veinte veces a nuestro amigo que nos dejara en nuestro hostel caro pero no había caso. Imaginen ¿cómo se sentirían si dos personas de otro continente y que recién conocen pasan Navidad con su familia? Un festejo totalmente íntimo, invadido por personas de otra religión, que ni siquiera entienden bien qué se celebra! Personalmente, había otra razón muy snob que me preocupaba. La tradición en Eid es que todas las mujeres compren ropa nueva, en general van al sastre a que les prepare nuevos shalwar kameez, con diseños especiales y mucho brillo... porque justamente es EID!





Y yo me encontraba con una camisola fucsia totalmente sudada, pantalones beige, ojotas, sin maquillaje, sin nada! En un patético intento por resguardar algo de mi dignidad me puse a buscar en la mochila (la Chalten-60, fiel compañera desde hace cinco años) donde estaban los aritos, para lucir un poco ¿¿¿mejor??? ¿Era eso posible?

Entramos a la casa y fuimos recibidos como si fuesemos parte de la nobleza. Nos obligaron a sentarnos en el mejor lugar de la mesa mientras gran parte de la familia estaba en el piso. Nos traían agua, nos servían comida y no comían si nosotros no empezábamos. Aplicaba nuevamente la regla You-are-my-guest. Como yo le había preguntado a Ashan sobre los bailes tradicionales a la tarde... terminé bailando con los primos el típico baile pashto en ronda.

Tras numerosas idas y vueltas nos encontramos con el resto del grupo en un restaurant y fuimos a ver el hostel bueno, bonito y barato del que tanto habían hablado los chicos. No había al final tanta diferencia de precio pero quedamos en que era sólo por una noche. Habíamos hablado con los chicos sobre posibles actividades y nos propusieron hacer parapente al día siguiente, por lo que quedamos en hablar a las nueve de la mañana y salir máximo 10 y media.

Pakistani times, ejemplo básico: Nos levantamos a las once y le aviso a Shaza que recién nos despertábamos, que nos disculpara. Me dice que se canceló el plan de skydiving por el clima pero que igual algo íbamos a hacer. Once y media. Seguidilla de llamados y mensajes diciendo que ya pasaban a buscarnos. Checkout: 12 del mediodía. Arreglamos con un encargado del lugar desayunar y salir del cuarto unos minutos más tarde. Llama Bilal diciendo que estaban tarde pero que venían a buscarnos, que dejemos el cuarto. Lluvia, cielo muy gris, película hollywoodense con final feliz y ningún plan concreto sobre cómo seguirían nuestros días. Con Michel decidimos terminar de ver la peli y no hacer el checkout, total lo más probable era que nos quedáramos en Islamabad. Termina la peli, no hay wifi, los chicos no responden. Alina me manda un mensaje diciendo que todavía está en la casa de un amigo, esperando que también la pasen a buscar. Michel se duerme. Tres de la tarde: nos pasan a buscar y están sorprendidos porque no hicimos el checkout. ¿A dónde íbamos a ir por tres horas abajo de la lluvia? ¿Además nos vamos a quedar en Islamabad, o no? Nonono, me responden, les conseguimos un lugar. Eh? Sisisi, salgamos ahora, vamos a una estancia y después a un cumpleaños en una village y después vemos. Oh look... I NEED A PLAN!! Por favor diganme a dónde vamos, si llevar las mochilas o no, y si donde vamos nos podemos quedar, porque preferimos pagar un hotel y quedarnos ahí. Ooooh ok, Ana, te vamos a llevar al cumpleaños y después vamos a la casa de un amigo, ahí se van a quedar por el resto del tiempo, no se van a mover más... pero apúrense y agarren sus mochilas!





Recorremos los alrededores de Islamabad, las colinas verdes bajo la llovizna que adoran los pakistaníes y nos dirigimos para el cumpleaños. Se celebraba en una village a media hora de donde nos encontrábamos. Llegamos a una mansión lindísima, con un una tienda arriba, ambientada con el estilo rural típico de las villages.

El hombre de la casa, un joven pakistaní vestido de shalwar kameez comienza a hablarnos, le contamos de donde somos y él nos comenta que se encontraba en su casa solamente por Eid pero que vivía regularmente en Lisboa. Nos quedamos totalmente desconcertados al escucharlo hablar en un portugués perfecto. Me senté con las chicas y con la mujer de él y mientras teníamos una interesantísima charla sobre los matrimonios y sus costumbres escuchamos las risas de Michel. Continuaba tan fascinado por Vicky (vestido de kameez amarillo en la foto) que llamó a Roberto (amigo portugués que vive en Karachi) sólo para contarle del muchacho que acabábamos de conocer. Y como si eso no fuera suficiente lo filmó hablando en portugués.


Pasada la medianoche llegamos a la casa de Ali, quien nos alojó por el resto de nuestra estadía en Islamabad. Mientras charlábamos sobre la vida en Sudamérica nos llega un mensaje de los aiesecers diciendo: Les conseguimos un hostel en Murree, los pasan a buscar mañana al mediodía para ir hacia allá.
Escribir todos los sucesos del viaje es complicado y aún más reflejar las casualidades, sorpresas (a veces buenas y otras no tanto) y sustos que nos llevamos. Esperábamos descansar en Murree, hacer un poco de vida de montaña, respirar aire puro... bueno como no podía ser de otra forma, fue exactamente lo contrario!! Pero eso quedará para el capítulo siguiente, donde relataré el final del viaje y la vuelta a Karachi.

Abrazos!


jueves, 6 de septiembre de 2012

Capítulo 2: Homeless en Islamabad

En la entrega anterior había contado lo poco que sabíamos acerca de cómo iba a continuar nuestro propio viaje. No sólo no teníamos idea de cómo ir a Skardu sin Carlos y la camioneta mágica sino que ni siquiera sabíamos que iba a ser de nosotros en Islamabad.


Nuestra última noche en Lahore la pasamos charlando en el balcón, escuchando música brasileña y viendo fotos hasta bien entrada la noche. Nuestro micro partía a las seis de la mañana y, dado que estábamos lejos de la terminal, debíamos partir a las cinco para llegar con tiempo. Para variar, nos quedamos dormidos, ninguno escuchó sus respectivos despertadores y solamente cuando Antonio prendió la luz del cuarto diciendo “Bom dia, sao dez para as cinco” tomamos conciencia de lo tarde que estábamos. Conciencia… quizás sea un poco exagerado utilizar esa palabra. Más bien lo que sucedió fue que yo empecé a gritar “nooooooooooo nooooo” y algunas groserías al estilo del Tano Pasman y así despertando a mis compañeros, que no entendían qué bicho me había picado. Alina toda alborotada trató de explicarme en un matinal rumanspanglish que no habíamos perdido el micro y yo le contestaba que ya lo sabía, que el micro era a las seis pero que nos teníamos que ir de inmediato. Mientras corría de un lado a otro metiendo las cosas en la mochila Michel, tranquilísimo, decide ir a tomarse una ducha (lo mismo había hecho antes del tren). Llegamos corriendo a la estación, cargamos los bolsos y subimos prácticamente últimos. Por algún extraño motivo el llegar tarde a casi todos lados se mantendrá como una constante durante el viaje.


Nos tomamos un bus Daewoo a Rawalpindi, la “ciudad gemela”, a 14 km de Islamabad y de allí una combi a Ia capital del país. Llegamos y no teníamos realmente idea de donde estábamos, nosotros habíamos dado por sentado que íbamos a llegar al centro de la ciudad o a la “terminal”. No, resulta ser que la terminal de micros que usan los Islamabadenses es la de Rawalpindi. También nos enteramos más tarde que no existe tal cosa como “centro de la ciudad” El conductor de la combi nos había dicho que íbamos al G7 y al decirle eso a Carlos me dice “Ana, el G7 es enorme, pasame una dirección más específica por favor”. Sentados en la vereda sin que nadie pudiera decirnos donde estábamos, mirábamos atónitos las calles anchas de una ciudad que se parece más a un suburbio estadounidense que a una ciudad pakistaní. Decido ir a un hotel cercano a hacer algo tan básico como preguntar la dirección. Los chicos esperan en la vereda, Michel sentado como un típico pakistaní.

Obtenidas las coordenadas, mi compatriota nos pasa a buscar. En el camino nos explica que Islamabad, ciudad planificada desde cero, está dividida en cuadrículas, letras hacia un lado y números hacia el otro y dentro de cada una de ella las calles suelen ser números. Por lo tanto una dirección puede ser “Street 8th F6” y como eso no suele alcanzar empiezan “enfrente de este edificio, a la vuelta del parque, etc etc”

Nuestro ángel de la guarda nos lleva a la casa de un colega suyo donde dejamos los bolsos y nos presenta a un amigo que es agente de viajes. Nos ofrece ir al otro día a un pueblo en las montañas junto a una familia alemana. Nosotros, encantados, cualquier cosa por alejarnos de la vida de ciudad y acercarnos a la naturaleza. Mientras tanto, Carlos se va a buscar pan para el asado. Bueno, mañana partimos, todos contentos. Volvemos a la casa donde estábamos para almorzar y yo no podía dejar de mirar la comida como si fuese un cargamento de diamantes. Tal es así que Nicolás me dice “la forma en que mirás la carne y la sonrisa que tenés en la cara me llenan de felicidad”.


Tras charlar sobre los temas obligatorios para las personas que se encuentran fuera del propio país (hace cuánto estás acá, que estás haciendo, donde vivís, te gusta, etc) llegamos al tópico estudios…para descubrir que habíamos ido a la misma facultad! En una mesa de siete personas, cuatro de ellas resultaron haber pasado por las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales, tres politólogos y una socióloga en formación se encontraron en Pakistán. A miles de kilómetros de Buenos Aires discutir sobre cátedras y profesores de Sociales resulta algo irrisorio, todavía más si es con personas que uno acaba de conocer!

Continuamos hablando sin parar hasta que llegó el turno de ir hacia nuestra morada por un día, el departamento del amigo de un amigo, donde básicamente nos cambiamos, comimos y dormimos. Estábamos alejados de la ciudad y al recibir la lamentable noticia de que el viaje a Fairy Mellows no podía realizarse decidimos ir a un hostel para, por lo menos, recorrer Islamabad y tener acceso a taxis y lugares para comer. El tema movilidad no es menor, en aquella ciudad es imprescindible tener auto para todo, hasta para ir a comprar una Coca necesitás auto. Al llegar al hotel que habíamos buscado ese mismo día nos muestran las habitaciones y si bien en un principio estábamos decididos a gastar la menor cantidad de dinero posible… vimos la suite y nos enamoramos. Camas enormes, aire acondicionado, heladera, televisor, bañadera, balcón con vista al jardín, mesa y sillas, wi fi.


Ninguno dudó, tomamos la habitación más cara del lugar y disfrutamos de una tarde con las comodidades que tanto extrañábamos. El personal del hostel (o la guest house, mejor dicho) se portó de mil maravillas, ayudándonos con listado de lugares para visitar, restaurantes y se prestaban a cualquier consulta. Les preguntamos cómo estaba la situación para ir a Gilgit y el dueño del lugar nos dice que normal, que podíamos comprar un pasaje de micro para el día siguiente si queríamos. Sentíamos que ahora sí teníamos las riendas sobre nuestro destino, no parábamos de decirnos a nosotros mismos “desde un comienzo tendríamos que haber hecho esto!”







Pasamos la tarde decidiendo a dónde ir cuando recibo un mensaje totalmente inesperado de Nauman, un amigo de Karachi, diciendo que está en Islamabad por un día y que se enteró por Ingrid que nosotros también; nos pregunta si queríamos salir a la noche. Le contamos que pensamos recorrer la ciudad, nos encontramos en la mezquita Faisal, una de las mezquitas más grandes del mundo y de allí nos vamos al Pakistan Monument. Nuestro amigo se peleó con los muchachos de la entrada para hacernos pagar como pakistaníes, no entendemos urdu pero el tono de voz iba in crescendo y los gestos no eran muy amigables. La diferencia de precio era notoria, pero decir que teníamos doble ciudadanía era algo totalmente impensado para nosotros. Créase o no, pagamos 20 rupias para entrar (0,20 dólares) y Nauman nos terminó agradeciendo por llevarlo allí, no conocía el monumento y estaba encantado.






Fuimos a cenar a un restó de comida italiana, donde nos quedamos charlando tanto que no nos dimos cuenta de la hora. ¿Cómo volver al hotel? Nadie pensó en eso, el restaurant cerrado y sin taxis a la vista empezamos a caminar por Islamabad hasta que nos dicen que íbamos en la dirección contraria. Sin dejar de reírnos retomamos nuestro punto de partida y encontramos un taxi que nos llevó de vuelta. Jugamos a los anfitriones y durante toda la noche le decíamos a Nauman “now come to our place, you’re our guest”, nos negamos reiteradas veces a aceptar la plata que nos daba por apenas unas horas que iba a pasar con nosotros antes de irse al aeropuerto. La segunda frase más escuchada en el viaje fue “Feel comfortable”, con la cual también nos reíamos porque era expresada en tono de orden… lo cual claramente generaba el efecto contrario.

Al día siguiente Michel y yo teníamos nuestros pasajes ir a Gilgit, a la tardecita salía nuestro micro. La situación se había tranquilizado, compramos los pasajes y arreglamos para encontrarnos con Shaza y Bilal (dos aiesecers de Karachi que recién llegaban a Islamabad para un proyecto) y otros amigos de ellos que no conocíamos. Alina prefirió quedarse en Islamabad con ellos. Nos despedimos muy emotivamente, prometo mandarle dos mensajes de texto por día contándole como estábamos y nos dirigimos a la estación con Ashan, el amigo de una chica de Polonia que estaba haciendo su internship en Lahore. Explico esto porque el chico nos brindará grandes sorpresas más adelante sobre todo teniendo en cuenta que lo habíamos conocido de una manera completamente aleatoria. Llegamos a las corridas –para variar- a la terminal de Rawalpindi y al acercarnos a la empresa nos empiezan a hablar en urdu a toda velocidad, no entendíamos nada, pero creíamos que no era algo bueno. Ashan nos traduce: todos los micros que van al Norte fueron cancelados. Hubo muchas lluvias así que hay peligro de derrumbe y no es seguro quedarse en el medio de la ruta.

Nos subimos a un taxi, bastante decepcionados, cansados, con mucha bronca y ya totalmente resignados. Michel me mira y me dice: “es el destino… o al menos eso es lo que diría mi mamá”. Lo miro fijo a los ojos, asiento con la cabeza sin poder hablar al principio y luego respondo que exactamente eso es lo que diría mi madre. Me reclino en el asiento, observo las calles-casi-autopistas, las luces y los autos último modelo que pasaban al lado de nuestro taxi mientras la voz de mi mamá me taladraba el cerebro. Sé que es algo físicamente imposible pero escuchaba "Ana, todo pasa por una razón, si no podés viajar al Norte por algo será, dejá de insistir" con su tono de voz, sus pausas, sus palabras tenían una sonoridad y una textura tan fuerte que era impresionante. Cerraba los ojos y la veía en la cocina de mi casa, cruzando y moviendo las manos, diciendo "no podés Ana, LISTO, dedicate a conocer los lugares a los que sí podes ir, priorizá y cuidate a vos misma"







PRÓXIMO CAPÍTULO Capítulo 3: I need a plan!
Adelantos: cena inesperada de Eid en la casa del dueño de una importante empresa, el hotel más sucio del viaje, cumpleaños tradicional en un pueblo y mucho más!

lunes, 3 de septiembre de 2012

Locas travesías por el norte de Pakistán. Capítulo 1: Noticias inesperadas


AVISO: Están a punto de leer las crónicas del viaje más loco, más impredecible, con más cambio-de-planes que hice en mi vida. Y eso es bastante decir eh! Ahora estoy de vuelta en Karachi, sana y salva. El relato se corresponde con hechos ocurridos hace dos semanas, la autora se encuentra en su rutina diaria nuevamente. En el mapa marqué las ciudades que visitamos, donde vivo y donde teníamos pensado ir. Si hacen click en cada una, les aparece en tamaño más grande :)

Hace un mes que miraba el calendario, viendo en qué fecha podría ir para las áreas del Norte de Pakistán, donde hay montañas, lagos, mucho verde y unas vistas impresionantes. Personalmente tenía ganas de ir para Chitral y de ahí ir al Kalash Valley, donde reside una comunidad politeísta milenaria y me habían dicho que tenía que ir cuanto antes porque después de Septiembre se vuelve demasiado frío y a fines de Octubre los caminos directamente se vuelven intransitables.

Eid parecía el tiempo indicado para ir. Eid es el período en que se celebra el fin de Ramadán, son 3 días en los que los musulmanes ofrecen grandes comidas para sus familias, visitan amigos, las mujeres usan ropa nueva (nuevos shalwar kameez, en estas tierras) y a los niños se les otorga una pequeña suma de dinero como regalo, conocido como Eidi. Haciendo un paralelo con el cristianismo, podríamos decir que Eid es una especie de Navidad del Islam. Las familias están totalmente abocadas los días anteriores a realizar compras, los shoppings están abiertos toda la madrugada y hasta la decoración de las tiendas y algunas casas es de luces doradas. Falta nomás el arbolito y Papá Noel!

Dado que Eid era lunes martes y miércoles, con 3 días feriados si me pedía dos días en el trabajo y juntaba los dos fines de semana tenía unos cuantos días para aprovechar y viajar. Les comento a los chicos que también están de intercambio de acá, varios se prenden y comenzamos a planear el viaje. En eso, Carlos, un argentino que vive en Islamabad, nos cuenta que está pensando en ir a Skardu en esa misma fecha y nos invita. Dejo la idea de visitar el Kalash Valley a cambio de un divertido viaje por las montañas, cerca de la frontera con China. Nos juntamos con los chicos dos días antes de viajar, terminamos de charlar algunas cosas pero básicamente dominaba un estilo de viaje "relax". Carlos mismo dijo: "Lo más importante, lo único que tienen que hacer ustedes es llegar a Islamabad. Subimos las cosas a la camioneta y de ahí vemos en el camino"

Compramos los pasajes casi unos días antes de irnos, a último momento Gokce dedice no viajar y el grupo final queda conformado por: Michel (Brasil), Alina (Rumania) y quien les escribe. El mismo día que nuestro tren partía hacia Lahore vamos a trabajar y mientras estamos en la oficina nos damos cuenta que nos habíamos olvidado los sándwiches que habíamos preparado el día anterior. Contrareloj, Alina y yo nos encontramos, vamos para la casa a buscar nuestra futura cena y Michel no aparecía, no contestaba los llamados, nada. Desesperación: vamos a perder el tren! Alina llama al teléfono de la estación para avisar que estábamos con retraso. Tras llamar a Wang, logramos comunicarnos con Michel y rogarle que se apure. Corriendo en el andén, un hombre nos detiene diciendo: Miss Alina! Era el hombre con el que mi compañera se había comunicado. Muy amablemente nos ayuda con las mochilas, nos indica nuestra cabina y se despide. Al otro día Alina recibirá varios mensajes de texto del estilo “Me gustó la manera en que me dijiste gracias” o “No me preguntaste como me llamo”.


Al abrir la puerta de nuestra cabina nos encontramos con una mujer, su padre… y dos niños pequeños. Ninguno dice nada pero todos tememos por el llanto de los niños que, contra todo pronóstico, se portaron de mil maravillas. Rabia, la madre de los niños, viajaba para encontrarse con su marido en Sialkot (ciudad cerca de Lahore) y pasar Eid en familia. Tanto ella como su padre nos ofrecían permanentemente papas fritas, té, agua, Fanta y no aceptaban un “no” por respuesta. La frase que acompañaba sus múltiples convites era “Please, you’re our guests”. Tratamos de explicar amablemente que habíamos comprado los pasajes de tren de mismo modo que ellos y que simplemente coincidimos en la misma cabina, pero no había forma, éramos sus invitados y casi hasta sus hijos. Como si fuese una especie de guiño del país hacia nosotros el “You’re my guests” lo escuchamos hasta el hartazgo en muchas circunstancias bizarras, por lo que se convirtió en nuestro chiste interno a lo largo del viaje. Por ejemplo Michel abría la puerta del hostel y decía “Please: Alina, Ana you’re my guests”. El viaje en tren fue mucho mejor de lo que nos esperábamos. Tuvimos aire acondicionado, wifi, comida y solamente se atrasó tres horas, lo cual es algo muy bueno en lo que respecta al servicio de trenes.





La idea original era llegar a Lahore, pasar la noche con unos amigos de Michel que viven allí y dirigirnos al otro día para Islamabad desde donde iríamos para Skardu. Resulta ser que, mientras estábamos charlando lo más tranquilos en el tren suena mi celular. Llamada de Carlos. Pregunta si estábamos en Karachi. Ante mi respuesta negativa y contarle que estamos en el tren escucho del otro lado del teléfono un “Aaah” no muy convincente. ¿Por qué, qué pasa? “Bueno, Ana, no sé si viste las noticias, hubo ataques en el Norte, se puso muy jodida la situación, viste…. No sé si podemos ir, yo no quiero decir nada, pero la veo muy difícil”. Decidimos que es mejor hablar al día siguiente.

Llegamos a Lahore a las cuatro de la tarde, totalmente derretidos por el calor punjabí y el cansancio acumulado del viaje en tren. Antonio y Deborah, una pareja latina muy simpática, nos recibieron con los brazos abiertos. Por dos días adoptaron tres hijos internacionales, fuimos a comer con ellos, a dar vueltas por la ciudad, la mezquita y el Palacio Mughal.

No conseguimos pasajes para Islamabad, por lo que nos quedamos un día más. Este "contratiempo" será el primero de los muchos que tendremos en el viaje. Viendo el lado bueno del asunto tenemos un día más para conocer Lahore y podemos ir a la frontera con India. Así es que al otro día vamos para el Wagha Border
donde todos los días a las 6 de la tarde se realiza el cambio de guardia, tanto de Pakistán como de India. Los datos que teníamos: frontera, India y cambio de guardia eran más que suficientes para emocionarme… pero lo que nos encontramos allí fue algo que claramente superó nuestras expectativas.

Más que un cambio de guardia lo que se celebra una especie de competencia de naciones, colocan tribunas y ambos lados llevan una gran cantidad de gente que grita el nombre de su respectivo país. En ese momento, quedamos anonadados por la cantidad de indios que había. Hormiguitas parecían, miles de personas amontonadas ahí nomás, tan cerca nuestro! Tras la ceremonia corrimos a sacarnos fotos en la puerta que marca la frontera. Mi deseo de sacarme una foto con un pie en cada país se esfumó al ver guardias armados que me llevaban dos cabezas que nos decían “buenooo, tiempo de irse de acá” pero accedían a sacarse fotos con la gente.

Lahore nos sorprendió con sus alrededores verdes, con el calor pesado y la humedad, con un estado de las rutas notoriamente mejor que el de Karachi y con un transporte muchísimo más organizado. ¡Hasta colectivos normales tenía! Pero, por sobre todas las cosas, Lahore significó hablar en español y portugués libremente, conocer a dos personas maravillosas para quienes fuimos sus invitados de honor, recorrer la ciudad a nuestro gusto, sin muchos horarios y reírnos sin parar.



A todo esto, el gran viaje, ¿en qué estábamos? Ninguno quería aceptar la triste realidad de que era imposible ir al norte y que el plan perfecto de ir en una camioneta con un amigo recorriendo puntos lindísimos y manejando a voluntad se había hecho trizas. Empezamos a delirar con historias y formas de viajar, desde contratar un jeep hasta ir en bus usando ropas tradicionales y hacernos pasar por locales. No encontrábamos un buen justificativo para Alina, rubia de ojos claros, pero llegamos a llorar de la risa inventando historias sobre nuestros supuestos lazos familiares. El GRAN problema, de todas maneras, subyacía... ¿qué hacer en Islamabad si no podíamos viajar a las famosas Northern Areas? Cierto integrante del grupo negaba por completo esa posibilidad. Los componentes femeninos queríamos investigar sobre hoteles y lugares para visitar pero los cortes de luz (por ende de Internet) y las ganas de salir a pasear con Antonio y Débora eran más fuertes. Nos fuimos a dormir sin saber muy bien qué iba a ser de nosotros al día siguiente, sólo que teníamos tres pasajes reservados para llegar a la capital.








CONTINUARÁ...