domingo, 9 de diciembre de 2012

El caso Kerri Max Cook y reflexiones tras su conferencia en Karachi

Kerri Max Cook es el nombre de un ciudadano estadounidense que vivió la mayor parte de su vida en prisión, condenado a muerte, pese a que era inocente. Su historia me era totalmente ajena y si bien sé de casos de presos inocentes, de hombres y mujeres que viven años tras las rejas sin siquiera haber recibido una sentencia, vi películas y leí textos relacionados con el tema nunca había tenido contacto directo con ellos. Nunca había tenido la oportunidad de escuchar una exposición sobre la pena de muerte y poder preguntar lo que quisiera. Por más bizarro que parezca, dicha oportunidad se me iba a presentar de la forma más inesperada estando en Karachi. Pero déjenme contarles la cadena de hechos que explican como llegué a conocer a Kerri.

En julio, recién llegada a Pakistán me había contactado con la Embajada Argentina con el objetivo de hacerles saber que me quedaba unos meses acá, tener algún contacto por si sucedía alguna emergencia y, también, indagar si había otros compatriotas por acá.
Mi primer mail fue muy formal y de hecho me sorprendió que me respondieron muy amigablemente pidiéndome los datos personales. Tras el segundo mail el cónsul me llamó enseguida, preguntando qué hacía una chica de 22 años en Karachi. Conversamos largo rato por teléfono, hablamos desde la situación del país en el que nos encontramos hasta de los asados y el mate. Me pasaron los datos de Marcelo, el único argentino que vive en Karachi en forma permanente. Dudé si mandarle un mensaje o no, me sentía medio tonta con la sola idea de llamar a alguien y decirle "Hola, ¿qué tal? Somos del mismo país, veamosnos!" Un mes y pico más tarde un amigo italiano me contó que conocía al argentino en cuestión y que era una excelente persona. Me convenció para que lo contactara y así lo hice. El llamado -que me tenía muy nerviosa- resultó ser una larga conversación muy alentadora, con la cual quedé ansiosa por conocerlo en persona.

Nos encontramos una tarde con la idea de tomar un café. Los restaurantes de la costanera estaban cerrados por lo que tras dar vueltas alrededor de la ciudad fuimos a su casa y fui bienvenida con mate y VAINILLAS. Me sentía en casa, muy cómoda, hasta la decoración de su hogar me hacía olvidar donde estaba. Mi temor original de que no hubiese tema para hablar desapareció totalmente en la cena, cuando ninguno de los dos podía parar de hablar, preocupados por muchas cosas de nuestro país de origen y compartiendo impresiones sobre Pakistán. Me resultó increíble su análisis del contexto en el que nos encontramos viviendo, su descripción de las familias, sus explicaciones de hechos todavía insólitos para mí. Claro, lleva 13 años viviendo en Pakistán. Pero, de todos modos, ese "algo más" que nos hermanaba no era el idioma sino las tradiciones, la historia, la forma de ver el mundo. La cultura entendida como un concepto semiótico, una malla de interpretación de los signos o "la trama de sentidos" en palabras de Clifford Geertz. Por esta misma hermandad cultural muchas veces he compartido y entendido muchas cosas de mi estadía acá con Juan y con Michel, quizá más que con otros amigos extranjeros.


A partir de aquel contacto inicial me junté muchas veces con Marcelo, ya sea para ir a misa, a la pileta, a conocer sus alumnos de español o simplemente para tomar mate. Como siempre que propuso algo resultó ser un buen plan cuando me invitó a un evento que se organizaba en la escuela donde trabaja acepté sin dudar. Lo que sabía era que se trataba de una charla sobre la pena de muerte. Nada más. Juan y Alina se sumaron sin tener más información. En el camino Marcelo nos contó que una de las alumnas de la escuela había contactado a Kerri tras haber oído e investigado sobre su caso. La chica habló con los profesores y directivos de Karachi American School y logró que la escuela lo invitara a presentar el tema en la institución, invitando a padres y alumnos.


Un hombre de estatura mediana, pelo canoso y sonrisa franca se presentó en el escenario. Con un fuerte acento estadounidense y mucha simpatía comenzó a relatar su infancia en Alemania, donde su padre se entrenaba en el Ejército. Una muy complicada historia familiar su hermano era el único bastión emocional que lo hacía sobrellevar todas las adversidades. En su juventud la familia volvió a Estados Unidos, donde cuestiones personales sumados a la rebeldía adolescente lo envolvieron en pequeños incidentes que podrían haber quedado olvidados, como los de muchos adolescentes en cualquier parte del mundo. Tal es así que cuando asesinaron a una vecina suya la investigación policial lo dio por culpable. Las huellas de una visita previa y el hecho de que había infringido la ley anteriormente parecieron ser evidencia suficiente. Una trama inédita de corrupción y aspiraciones de ascenso en la policía, manipulación de testigos, indecisión del jurado, complicaciones familiares dieron con un total de 22 años en prisión en la peor institución carcelaria de Estados Unidos.


Kerri recreó con cinta adhesiva el tamaño de su celda en Texas, mientras relataba cómo era convivir dentro de ella junto a otras 3 personas en condiciones infrahumanas. A medida que contaba su historia lo que nos sorprendía a todos era la fuerza y valentía que lo mantuvieron cuerdo y lo impulsaron a seguir luchando por su libertad. Lo que yo había creído que iba a ser un debate teórico sobre la pena de muerte fue una conversación de un hombre que literalmente abrió su corazón y compartió todo con nosotros: sus frustraciones, el desprecio de su madre, la falta de apoyo, su alegría al salir y los problemas que enfrenta hoy en día. Cerró su charla con un Powerpoint de fotos que recorrían elementos que lo definían desde la película favorita de su hermano, la casa durante niño, la tumba de su padre y la celda texana. Lloraba en silencio mientras veía las imágenes y pensaba: ¿Cuántas veces nosotros nos desesperamos por cosas intrascendentes? ¿Cuántas veces nos frustramos y abandonamos todo ante sucesos naturales de la vida? Sentada frente a un hombre que tenía todas las de perder me quedé admirada de cómo sonreía, cómo podía hacer chistes y transmitir una fuerza vital increíble. Las preguntas del público claramente apuntaban a lo mismo que me sorprendía a mí. Mucha gente se animaba a preguntar: ¿Cómo pudiste perdonar a tu madre, al sistema judicial, cómo vivís en paz, cómo no querés venganza? Y Kerri contestaba cada una de las preguntas, sin horrorizarse ni cansarse, alentando a todos a preguntar sin avergonzarse. Tras la charla me acerqué, pude saludar a Kerri y su mujer, personas realmente encantadoras, de aquellas a quienes se les nota la dulzura en sus ojos.


Sin saber que la charla iba a durar tanto yo tenía también otros planes. Sábado a la noche, era el cumpleaños de Tabinda por lo que un amigo me estaba esperando fuera de la escuela para ir juntos a la fiesta. Comí algo apurada con los chicos y salí a toda velocidad, en un estado de conmoción muy fuerte. Sentada en el auto le explicaba a Razee de la charla, me sentía capaz de comerme al mundo, creía que absolutamente todo era posible. Pero mi amigo me miraba con cara de piedra mientras yo le relataba la increíble injusticia. Mi fuerza y alegría se desvanecían mientras me decía "Ana, ¿sabés cuántas personas están en Pakistán presas sin ninguna razón específica? ¿Cuántos civiles mueren todos los días con los bombardeos en la frontera con Afganistán y nadie hace nada? ¿Sabés cuántas Malalas hay por día y sus ataques quedan olvidados?" Como si me hubiesen dado una cachetada para despertarme, me calmé y tuve que admitir que era verdad. Que estaba fascinada por la valentía de alguien que se animaba a contar su historia con los más íntimos detalles pero que ahora estoy en un país donde la vida de la mayoría de la sociedad es un bien poco preciado. Donde el riesgo se ve como algo divertido, donde se vuelve algo normal que la red de celulares quede totalmente bloqueada durante las festividades religiosas y donde el tráfico es tan impredecible que logra que planes arreglados con su debido tiempo se cancelen como si nada.


Aquel día entendí que la famosa "resilience", de la cual los pakistaníes están muy orgullosos, es un arma de doble filo. Resistir y sobrellevar los obstáculos que la vida nos antepone es algo necesario pero no se puede tolerar absolutamente todo. El hecho de que Kerri haya podido salir de la cárcel, probar su inocencia y llevar su voz a diversas partes del mundo es admirable. Hay héroes en la vida real, casos que sirven como fuente de inspiración y que hay que dar a conocer. Pero el "you saw a shooting (tiroteo), yeah it happens, move on" es algo que no va conmigo. No todo puede justificarse y lo malo de acostumbrarse a cualquier situación es perder la esperanza de cambio. Sea de la forma que fuere es menester hacer algo. Alina, mi amiga, compañera de cuarto y próximamente compañera de viaje escribió al respecto algo muy interesante. Equiparó las advertencias de seguridad y la forma de encarar la vida acá con la famosa imagen de los tres monos indicando: "no veo, no escucho, no hablo". Doy fe que hay muchísimos pakistaníes que trabajan día a día por cambiar la realidad de su país. Pero a lo que todos los extranjeros nos sorprende es que puedan aceptar las alertas de seguridad y encierro en el hogar así como el hecho de que las protestas se vuelvan algo tan cotidiano que al día siguiente los bazaares estén poblados de vuelta de familias realizando sus compras. Como cereza del postre, el fin de semana pasado los interns de las tres ciudades principales del país (Karachi, Lahore e Islamabad) nos encontramos en una conferencia nacional. Intercambiábamos opiniones sobre nuestra estadía aquí y todos coincidíamos en algo: nos habíamos acostumbrado al estado de tensión y las alertas de seguridad. Lo teníamos incorporado, aunque aún nos molesta. Lamentablemente, hay cosas que nunca deberían formar parte de la vida cotidiana. 



PD: La primer foto la obtuve de http://razorwirewomen.wordpress.com/2012/03/04/kerry-max-cook-an-innocent-man-still-seeking-exoneration-a-post-by-ashley-lucas/
      La última foto la tomó mi querida amiga Gokce, en una de las calles de nuestro anterior departamento.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Se abrieron las puertas de la ciudad

Mai Kolachi era su nombre original. Fundada por tribus balochis fue durante varios años una tranquila aldea de pescadores hasta que la Compañía Británica la conquistó en 1839. Si bien era una ciudad populosa, con una importante actividad comercial y portuaria no fue sino hasta 1947 que comenzó a perfilarse como la metrópolis que hoy en día es. Sucede que tras la Partición Karachi se convirtió en capital de Pakistán, recibiendo a todas las familias musulmanas que huían de India y muchas otras personas (de diversos credos y etnias) que también decidieron radicarse aquí en busca de mejores oportunidades laborales. La ciudad sufrió de una verdadera explosión demográfica para la cual no estaba preparada. Muchas familias se instalaban donde podían, donde encontraban un espacio, algo que hoy en día es visible. Cuando se cruza de un lado al otro al ciudad se pueden encontrar oficinas, bazares, barrios pobres, zonas industriales y terrenos baldíos, todo mezclado. Las zonas más privilegiadas sí se encuentran diferenciadas, obedeciendo un patrón internacional, en el que las residencias más lujosas se encuentran aisladas (y no necesariamente alejadas) del centro neurálgico de la ciudad.


La impresiónión que me da Karachi desde hace un buen tiempo es la de ser una ciudad a puertas cerradas. ¿Qué quiero decir con esto? Todo pasa de un espacio cerrado a otro. De tu casa, al auto (o a la van de la empresa o al auto de un amigo)y de ahí al trabajo. Vuelta al hogar. Para usar transporte público dentro de la ciudad (buses solamente) hay que ser un poco aventurero: las paradas no tienen ningún indicador visible, pareciera que hay que saber por arte de magia donde subirse y donde bajarse. Además, que el colectivo no "para" sino que reduce su velocidad mientras las personas se suben como pueden. Con las mujeres sí hacen una excepción y el chofer no arranca hasta que terminen de subir. La otra opción, la que solemos elegir al movernos por nuestra cuenta, es tomar un rickshaw, una especie de taxi cuyo motor es una una botella de plástico que supo albergar Sprite y ahora tiene gasolina.

Las salidas, lo mismo, son salidas a lugares cerrados: a la casa de un amigo, al shopping, al cine, a un restaurant. Lo bizarro es que algo "cool" entre los jóvenes de aquí es ir a comer o tomar un té y que te traigan el pedido al auto. La primera vez que me sucedió eso estaba con alguien que apenas conocía y me había propuesto mostrarme la ciudad. Grata fue mi sorpresa cuando tras dar un par de vueltas estacionamos frente a un puesto de té local y tocó la bocina hasta que se acercó un niño a la ventanilla. Tras un breve diálogo en urdu, llegaron dos tazas de doodh pati (té tradicional, en cuya elaboración las hojas se hierven con leche y cardamomo), mientras yo intentaba procesar que el plan era merendar ahí mismo sin movernos del auto. Otros planes exóticos incluyen fumar shesha en el auto o simplemente manejar por la costanera, sin ningún destino.


Tenía la sensación de estar encapsulada, extraño muchísimo caminar ya que aquí las veredas prácticamente no existen. En Karachi sucede algo extraño: los parques y clubes están escondidos. Zamzama Park, por ejemplo es privado y se encuentra cubierto por muros, a menos que alguien te indique cómo ir y qué hay adentro podés vivir meses sin enterarte que a unas cuadras de tu casa hay un espacio verde y tranquilo. Los clubes son otra entidad interesantísima para analizar: aglutinan a la elite local que no va solamente a hacer deporte al club sino a tomar el té, a pasar el día con amigos y hasta a hacer sus compras. Sonará extraño pero las mejores panaderías se encuentran dentro de los clubes, que también están amurados. A diferencia de Argentina, donde los clubes compiten por atraer socios y la cuota es mensual aquí la membresía a los clubes se paga una vez y de por vida. Hablando con un amigo a quién había acompañado a comprar pan le pregunté si quería usar las utilidades del club de grande junto a su familia. Su respuesta me impactó "si logro pagar la membresía de 100.000 rupias, claro, me encantaría"

Todo lugar desconocido es más fácil de ser visitado con la ayuda de alguien local. De alguien que al vivir en aquella ciudad pueda recomendarte no sólo qué lugares turísticos conocer sino cosas como dónde es barato comer, dónde comprar ropa tradicional sin que te arranquen un ojo de la cara y demás actividades que uno desee hacer. Pero, si lamentablemente no contamos con alguien local, muchas veces de la mano de Google y guías de turismo como Lonely Planet nos podemos dar maña. Sin embargo, aquí en Karachi, las puertas de la ciudad continuarán cerradas a menos que conozcas a la gente adecuada. ¿Por qué? Porque en la medida que el disfrute de la vida cotidiana se realiza en forma privada es muy difícil saber a dónde ir. Más aún si no contamos con auto, garantía -parcial- de movilidad e independencia. Aclaro parcial porque acá uno nunca es del todo "independiente", siempre todo depende de la situación en la ciudad, de los tiempos y planes de otras personas. Pero tener auto cambia tu vida acá por completo. Desde los puntos arquitectónicos de la ciudad hasta nimiedades como tiendas de calzado baratas o ir al cine para realizar cualquier cosa dependemos de ayuda de gente local y no cualquiera, sino personas que conozcan a las personas indicadas. Por ejemplo: ir a un concierto de música sufi o a una obra de teatro en inglés sucede a través de los mismos músicos o actores que se promocionan en su círculo de amigos.









Justo cuando estaba en la segunda fase 
de mi intercambio, ya acercándome hacia el final es que las puertas de Karachi se abrieron un poquito. Como si el destino me guiñara el ojo, irónicamente, a medida que se acercaba la fecha de partida conocí y fui afianzando relaciones con personas simpáticas, interesantes y por sobre todas las cosas amigables. Junto a ellas pude conocer gran parte del Karachi que está vedado incluso a la mayoría de sus habitantes. Tal es así que realmente en estos días no tengo tiempo para nada, todos los días tengo mínimo una cosa para hacer. Entre las actividades que pude disfrutar en este último tiempo puedo nombrar desde andar en bici por las calles de Defense, comer en restaurantes exóticos, hacer snorkeling, conocer familias encantadoras, ir a la conferencia de un carismático estadounidense con una historia única (¡próximo post!) y comprar en los mercados telas tradicionales pagándolas a precio real (gracias Sadaf!), por nombrar tan sólo algunas de ellas.





Karachi tiene, como todos los ciudades, cosas buenas y malas. Una de las primeras preguntas que me realiza un pakistaní cuando me conoce es "¿qué es lo que más te gusta de Pakistán?" Mi respuesta siempre es la misma: su gente amable y hospitalaria. No tengo registro ya de la cantidad de tazas de té que me han ofrecido a lo largo de estos meses. Siempre que estoy en la casa de algún amigo local llega comida a mi poder, sin importar cuantas veces haya dicho "no, gracias". Me queda muy poco tiempo aquí y tengo sentimientos encontrados: ganas de continuar con la segunda etapa del viaje y, por otro lado, bronca por irme cuando finalmente tengo un círculo social que me permite realizar salidas, divertirme e intentar llevar una vida "lo más normal posible". De acuerdo con lo que muchos productores y actores de series televisivas dicen: lo mejor es terminar en el mejor momento, en la cresta de la ola. ¡Que así sea!


lunes, 5 de noviembre de 2012

Un poco de cultura, ¡por favor!

El título es irónico. Sucede que hace unos días me di cuenta de algo: nunca expliqué bien donde estoy viviendo.


Claro, vivo en Karachi, la ciudad más poblada de Pakistán. ¿Pero qué tan distinta es la vida aquí? ¿Cómo es Pakistán? Porque hay cosas que son obvias, es un país en el que viven 190 millones de personas, el 90% de la población es musulmana, tiene como vecinos a Afganistán, India y China... países con los que también tiene relaciones "interesantes". En internet podemos buscar mucha información; de hecho antes de venir me pasé muchas noches leyendo blogs, diarios locales, fotos y recomendaciones de viaje hasta altas horas de la madrugada. Pero hay ciertas cosas para las cuales la Wikipedia, Tribune PK (periódico local) y el British Council no te preparan.



Me cuesta a veces transmitir las distintas impresiones que me genera el día a día aquí. Siento que podemos saber algo pero vivirlo en carne propia y que las reglas sociales se apliquen a uno mismo, tiene una carga emocional completamente distinta. Una profesora de Semiología a quien estimo muchísimo nos dijo en clase (allá lejos, en el 2008): No existe tal cosa como "es tan espectacular/complicado/diferente que no lo puedo poner en palabras". Es cuestión de usar las palabras de forma adecuada, esforzarse y transmitir aquel mensaje que deseamos que el interlocutor capture. Por lo que voy a dar lo mejor de mí y escribir sobre las naciones dentro del territorio, un tema que me fascina y del cual no me canso de hablar.


Siguiendo con los flashbacks, quisiera remontarme tiempo atrás, cuando tomaba contacto con las nociones de "Nación" y "Estado". Tenía doce años, los países que conocía -además del mío- eran Uruguay y Brasil y estudiaba de memoria la definición de aquellos conceptos. Me parecían sinónimos y sobre todo no entendía la idea de "ejercer soberanía efectiva sobre el territorio". Diez años más tarde veo como la nacionalidad, la identidad, la lengua nativa y la religión se funden en mezclas cuasi palpables, que se cristalizan en el comportamiento de quienes me rodean en todo momento del día. También noto que con casi cuatro meses aquí aprendí bastante, puedo identificar de acuerdo a nombres, rasgos y acentos el "background" de quien me habla. Ojo, no soy una experta, sigo aprendiendo y más bien juego a adivinar "el nombre de ella es Poonam, debe ser hindu", "tiene piel más clara y su apellido es Khan, probablemente sea pathan" o "es cristiana, tiene un nombre inglés y apellido portugués... es originaria de Goa, India".



Ampliemos. En lo que respecta a las divisiones político-administrativas Pakistán está dividido en 5 provincias: Sindh, Punjab, Balochistan, Khyber-Phaktunwa y Gilgit-Baltistan. La región de Cachemira está en disputa con India y al parecer, lo seguirá estando por años. En el norte del país hay una pequeña región llamada FATA, cuyas iniciales traducidas significan: Areas Tribales Administradas Federalmente. Allí el gobierno reconoce a los jefes tribales como la autoridad sobre el territorio. Ahora bien, esto es lo que sabía...pero la realidad es que las provincias aquí son proto-naciones, el ejemplo más cercano que se me ocurre es España. Aún así, aquí es abismal. Los sindhis hablan sindhi, los punjabis hablan punjabi y así sucesivamente. Claro que todos hablan urdu, que es el idioma oficial junto con el inglés, o por lo menos en las grandes ciudades es así. Si se visitan comunidades rurales en Sindh (como me ha pasado) es muy probable que encuentren gente que habla solamente sindhi. En cuanto a la vestimenta el shalwar kameez predomina pero tiene distintas variantes de acuerdo a la región. En Sindh, por ejemplo, los hombres usan un pañuelo al cuello con una trama específica. Lo mismo que con los gorros tradicionales, de acuerdo a cómo están decorados se puede adivinar el origen de la persona.




Con una lógica todavía demasiado argentina, al principio de mi estadía aquí, pensaba que los habitantes de Karachi, ciudad localizada en Sindh eran todos sindhis. CRASO ERROR. Descubrí que cuando les decía a mis conocidos, "bueno vos sos sindhi, no?" algunos se ofendían. Por ejemplo, uno de los muchachos del almacén con quien venía hablando sobre las tradiciones de nuestros respectivos países al decirle eso me miró como si lo hubiese insultado y me dijo "No, I'm indian muslim! I'm Urdu speaking" y al comentarle esta situación a una compañera de trabajo me dijo "ay Ana, pero es que sí, los urdu speakings sufrieron un montón, ¿cómo le vas a decir que es sindhi?"


El surgimiento del país tiene origen en 1947, a partir de una complicada separación de India. Este período se lo conoce como partición y al hablar de la vida, de las familias o mismo de edificios de la ciudad se escucha la frase "before partition/after partition". Quisiera remarcar que se habla de "Partición" y no de "Independencia". Porque en estos lares justamente eso sucedió, se dividieron tierras cual porciones de torta. Tal es así que en un comienzo existía un Pakistán occidental (el actual), India y del otro lado: Pakistán oriental (actual Bangladesh). Muchas provincias quedaron partidas a la mitad: en India también hay un Punjab. De hecho, Chandigard, actual capital del Punjab indio se construyó desde cero debido a que la antigua capital punjabí (Lahore) había quedado del lado pakistaní.

Volviendo al tema de las lenguas y naciones, así como hay sindhis, balochis y punjabis existe un gran grupo llamado "urdu-speakings". Se denomina así a aquellas familias musulmanas que migraron a Pakistán (sobre todo a Karachi) en la época de la partición por lo tanto su único idioma y a su vez lengua madre es el urdu. Recapitulemos: urdu es el idioma oficial... pero no el que necesariamente todos tienen como lengua nativa. El urdu y el hindi son realmente muy parecidos, comparten casi un 80% de palabras. La diferencia radica en que el hindi toma la forma escrita del sánscrito y el urdu del persa. A su vez, en urdu se emplean muchas palabras del árabe, del persa e incluso del inglés!

Otro grupo etnolingüístico de peso, una nación sin Estado, son los pashtunes. Pathanes, en urdu. La mayoría de ellos viven en el noroeste del país y muchos otros también en Karachi. Su lengua madre es el pashto, y de los grupos que conozco son quienes más importancia le dan al mantener vivo el uso de su idioma. Los pashtunes tienen un código de valores que rige su vida, el pashtunwali, cuyos pilares básicos son: el honor, la hospitalidad, la búsqueda de justicia, la lealtad y la valentía. Geográficamente toman a Afganistán como su lugar de pertenencia, si bien muchos de ellos llevan años viviendo fuera del país tienen familiares y una conexión profunda con el país vecino. En Cometas en el cielo, un excelente libro de Khaled Hosseini, se puede observar lo importante de la temática étnica en Afganistán.


Con respecto a los grupos religiosos minoritarios también hay cosas interesantes para contar. Los hindus que viven aquí pertenecen a familias originarias de estas tierras, que nunca migraron. Por lo general, claro que siempre hay excepciones. Mis conocidos hindus son sindhis, en sus casas en general se habla sindhi y si bien viven en Karachi muchos tienen familia en el interior de la provincia. Los cristianos, por otra parte, se subdividen en dos grupos: los goans y los punjabis. En el primer grupo encontramos a aquellas familias de Goa, región de India que fue colonizada por los portugueses, que migraron tras la partición. Su lengua madre es el ¡¡inglés!! Al principio me costaba entenderlo, de hecho en las iglesias de aquí hay un horario de misa en inglés y otro en urdu. Investigando un poco sobre los goans, resulta ser que muchos migraron en busca de trabajo, primero hacia Bombay y luego a otras ciudades, Karachi entre ellas. Mantuvieron su religión y algunas tradiciones pero adoptaron el inglés.
El segundo grupo, los cristianos urdu-speakings son punjabis que fueron convertidos años atrás por las monjas que trabajaban en la provincia del Punjab. Los nombres y apellidos de ambos grupos son diferentes, mientras algunos tienen nombres anglo-portugueses como Bradley De Souza, los otros tienen nombres musulmanes. De todas formas, el inglés como lengua madre se va perdiendo en las nuevas generaciones de las familias goans. Un vivo ejemplo de ello es la hija de una compañera de trabajo, quien entiende perfectamente el inglés pero cuando la madre le habla ella le contesta en urdu.



Por último, me despido con el siguiente tema: ¿en qué idioma se habla día a día? En urdu, claro está. Pero lo interesante es que saber inglés es una cuestión de status social. Y tal es así, tan incorporado está el inglés en la vida diaria que aún ante la ausencia de extranjeros muchas veces la elite local se comunica en inglés. En mi primer día me sorprendí cuando Usman mandaba mensajes de texto a sus amigos en inglés. Supuse que era porque era más fácil con el teclado del celular usar el alfabeto inglés. Después en el trabajo me di cuenta que muchas conversaciones empezaban en inglés, seguían en urdu y continuaban en inglés. Ni hablar cuando me enteré que las clases en la universidad son en inglés, que las buenas secundarias también enseñan en inglés... que mis amigos leen libros en la lengua sajona!! Muchos de los chicos cuando vieron que Gokce leía novelas en turco y yo en español se sorprendían. Claro que uno podría pensar... herencia del hecho de haber pertenecido al Imperio Británico. Sí y no. Porque en lugar de irse diluyendo, el inglés es una lengua que sigue fuerte aquí y seguirá siendolo. Un detalle gracioso es que los pakistaníes cuando viajan se quejan de que la gente no habla inglés y que los carteles están en el idioma local exclusivamente. Tengo una conocida que fue a Ecuador y se volvió desencantada porque en la calle nadie hablaba inglés. Frente a eso yo me río y les digo: ¿qué necesidad tiene la gente en otros países de usar inglés en su vida cotidiana?

No todos los países son iguales, ni toda la gente dentro de un mismo lugar es igual y muchas veces la realidad in situ nos sorprende enormemente. Es por ello que creo que es mejor ser humilde y viajar aceptando la posibilidad de lo distinto, en lugar de esperar encontrarse con un entorno similar al del hogar. Porque las diferencias existen, negarlas es de necio. Así como veo más claro que nunca que tan distintos son los conceptos de Nación y Estado es que creo también que en lugar de ignorar las diferencias es mejor aceptarlas y trabajar con ellas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Capítulo 4: De la persecución de paparazzis en Murree y la vuelta a Karachi

Madrugada del jueves 23 de agosto:

Recién llegados a la casa de un amigo de los chicos de AIESEC y tras conocernos y charlar un poco nos fuimos a dormir porque era tarde. Alina y yo nos fuimos al cuarto con todas las intenciones de descansar porque teníamos que madrugar al día siguiente. En lugar de eso, un comentario sobre la pareja que conocimos en el cumpleaños disparó una charla de horas y horas sobre el matrimonio. A mis 22 años jamás he hablado tanto como acá sobre los noviazgos, la elección de pareja, casarse y cómo se festejan los casamientos. Por supuesto que mentiría si digo que nunca pensé en casarme o si nunca hablamos del tema con mis amigas... pero siempre como algo medianamente lejano y que depende de muchas circunstancias. Aquí en Pakistán las mujeres suelen casarse jóvenes, los casamientos se celebran durante CINCO DÍAS y son todo un acontecimiento, que involucra a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo y hasta al vecino de la esquina. La ropa de los novios, la música y la forma de festejar son totalmente distintas a nuestras tradiciones. Tras recibir constantes preguntas sobre cómo son los casamientos en Argentina y en Rumania (y otras preguntas más personales del tipo "¿cómo te imaginás a tu marido?"), ambas sentíamos la necesidad de exteriorizar lo que nos pasaba. Nos quedamos hasta las tres y media de la mañana hablando y ¡¡Alina esa noche soñó que su madre le arreglaba el casamiento!!


Nos despertamos apenas unas horas más tardes y preparamos los bolsos con la ropa que llevaríamos a Murree. Ya que volveríamos a quedarnos en la casa de Ali, decidimos dejar la mayor parte de nuestro equipaje en Islamabad y viajar solamente con lo que necesitaríamos en dos días de viaje. Murree es un pueblo en las montañas, localizado a casi 60 km de la capital del país. Es un pueblo específicamente de fin de semana, muchos pakistaníes tienen una segunda casa aquí que usan para descansar de la vida de ciudad. La elección de nuestro destino se vio condicionada por la cancelación consecutiva de destinos más "interesantes": Skardu, Fairy Mellows y Gilgit. Evidentemente, no habíamos tenido mucha suerte pero insistíamos en ver algo de verde.

Luego de comer un suculento y picante desayuno de huevos revueltos con paratha (una especie de tortilla) acompañados por el infaltable chai pakistaní (té con leche) nos acomodamos en el auto que nos llevaría a Murree. En un trayecto de dos horas fuimos testigos de cómo la altitud afecta la temperatura. Sí, sé que no descubrí nada nuevo. Pero tras semanas de calor húmedo, de ese calor aplastante y pegajoso, no pude evita maravillarme con el rápido cambio climático que habíamos experimentado en tan poco tiempo. Abrimos las ventanillas y asomábamos la cabeza, dejando que el viento fresco nos despeinara. Akhlaq, el conductor, se reía de nuestro comportamiento mientras conversaba con Michel en un nivel de inglés que ninguno de los tres había esperado que manejara.


Dejamos nuestras mochilas en el hostal de la tía de un amigo de nuestros amigos de Karachi, acá siempre conocés a alguien que conoce a alguien y es más eficaz viajar de esta forma que por tu propia cuenta. Tomamos algo de abrigo y por primera vez en los casi dos meses que llevaba en Pakistán me calcé las zapatillas de trekking. Comenzamos a caminar y encontramos un parque de diversiones con aerosillas. No sabíamos bien de qué se trataba pero entramos, pagamos las 300 rupias para poder subir y pasamos a la fila. Había tal cantidad de gente que me sentía en la cola para la montaña de agua del Parque de la Costa en pleno verano, época en la cual todos quieren ir a la misma atracción y esperan horas para lograrlo. A diferencia del parque bonaerense, aquí eramos los únicos tres extranjeros no de la cola sino del pueblo entero. No había forma alguna de disimularlo. Quizás Michel y yo podríamos pasar como pashtunes pero nuestras ropas, la manera de caminar, cómo nos parábamos y hasta la forma de hablar entre nosotros hacían que mostrar nuestros pasaportes se volviese innecesario. Alina era -y es- un caso injustificable, no hay velo que cubra sus ojos celestes. Todas las miradas estaban clavadas en nosotros o mejor dicho... nosotras. Como si no estuviésemos lo suficientemente incómodas con las miradas a nuestro alrededor y los apretujones de la gente que intentaba colarse, muchos hombres comenzaron a sacarnos fotos con el celular. Llegó el turno de subirnos y pensé que con eso la sesión fotográfica iba a terminar. En lugar de eso ahora nos sacaban fotos desde las otras aerosillas, ¡sin que pudiésemos impedirlo! Decidimos hacer caso omiso, mirar el paisaje y pedirle a Michel que sacara fotos. En el atropello matutino olvidé en la mesita de luz de la casa de Ali las cosas importantes que había dejado especialmente para no olvidarme: la cámara de fotos, las pilas y la chalina multifunción bufanda/velo.





Volvimos a las calles de Murree, atestadas de grandes grupos de amigos, familias y niños corriendo. Empezamos a caminar sin rumbo específico mientras visitábamos las tiendas de artesanías bajo una suave llovizna. A medida que nos acercábamos al centro del pueblo la lluvia se fue haciendo más y más fuerte, hasta que decidimos buscar un restaurante para comer. Tarea imposible, todos los lugares estaban repletos y los puestos de la calle vendían snacks en dudosas condiciones de salubridad. Nos quedamos bajo el palier de un edificio, junto con dos grandes grupos de personas que también se refugiaban del chaparrón. Demás está decir que los grupos de amigos estaban compuestos íntegramente por hombres. Es muy difícil encontrar grupos mixtos, a excepción de las familias. Y de vuelta, las miradas sobre nosotras. Embarrados y hambrientos, decidimos comprar galletitas y volver al hostal, donde nos cambiamos y nos dispusimos a realizar una actividad que a los tres nos había costado realizar desde el comienzo del viaje: L-E-E-R.



Los tres nos sentamos en los sillones de la sala, cada uno con su libro frente a la ventana y su fiel servidora además de libro, con el mate. Desde que llegué intenté llevar a cabo un mini proyecto de transmisión de cultura argentina pero a nadie le gustó el mate. Alina resultó ser una feliz excepción en la comunidad extranjera y la venía entrenando poco a poco en el sabor amargo. Y Michel, pese a que odia el "cimarrao", desesperado por el frío se unió a la mateada con el propósito de entrar en calor.


El determinismo geográfico creo que nunca se vio mejor expresado en nuestras vestimentas. Con 15 grados de temperatura, mi amiga rumana estaba con remera larga y calzas, mientras yo usaba por primera vez en el viaje un buzo polar y joggings. Nuestro querido compañero do nordeste brasileiro estaba con jean, campera deportiva, doble par de medias, se cubría con una frazada y aún así titiritaba. Tanto frío tenía que intentaba soluciones ridículas como ponerse una bolsa de plástico en los pies para luego ponerse las medias o derramar cera caliente del candelabro de la mesita sobre sus brazos, manos y ¡hasta los pies!





Demasiadas distracciones teníamos, la sesión lectura quedó frustrada, ante cada oración que intentábamos avanzar levantábamos la vista y lo encontrábamos a Michel tirándose cera mientras decía "It's not burning me, I don't feel anything". Creo que fue la exhibición de sus pantorrillas lo que dio origen a una de las charlas más inesperadas del viaje. No recuerdo si yo le pregunté o él empezó a tratar el tema: depilación masculina. Para mi sorpresa, nos cuenta que en Brasil es muy común depilarse el pecho y recortarse los pelos de las axilas. No dejaba de reírme y prosigue "bueno, en Rumania, los hombres se depilan totalmente las axilas con cera, preguntale a Alina" ¿¡¿¡Qué?!?!?! La rubiecita asiente con su cabeza, como si fuese lo más normal del mundo. ¿Emile Durkheim había dicho que hay que dejar de lado todas las prenociones? ¿Hay que ser lo más objetivos posibles a la hora de analizar un hecho social? Lo siento, pero no lo recordé en ese momento y me puse a hablar del "macho argentino", un concepto que si lo pienso racionalmente es ridículo. Pero al escuchar "entonces si en Argentina los hombres no se depilan es porque no van a la playa" fue inevitable sacar a relucir ciertas opiniones personales e incluso llegué a mostrar fotos de mis amigos en Villa Gesell como evidencia de que los hombres van a la playa orgullosos de como son.

Al día siguiente caminamos por el pueblo dimos una vuelta entera y hacia la tarde volvimos a Islamabad. Fuimos al museo de Lok Virsa donde veíamos demasiada gente en la entrada, sospechoso... se había cortado la luz y no podíamos entrar. Todos aquellos que, como nosotros, habían ido hasta allá para visitar el museo se quedaban en el parque exterior, sacaban fotos y visitaban las tiendas de artesanías. No fuimos la excepción y tanto Alina como yo nos sumamos a la compra de souvenirs mientras Michel nos esperaba en el auto. El calor, la comida pesada y cierto debilitamiento general nos dejaron de cama. En nuestro último día en Islamabad dormimos hasta el mediodía, hablamos con el hermano de Ali que recién volvía de sus vacaciones y a la tarde salimos a recorrer. Visitamos un orfanato donde una ONG local organizó un carnaval de Eid para los niños, con castillo inflable y show de magia incluidos. Cerramos la noche con un excelente asado argentino, al cual llegamos dos horas más tarde, muertos de verguenza. Los tiempos pakistaníes seguían corriendo y controlando nuestras acciones.


Volvernos también fue complicado, ¿cuándo no surge algo inesperado aquí? Por cuestiones climáticas todos los vuelos se habían suspendido. A mí me llegó un mensaje de Airblue avisando que la demora era una hora, así que aprovechamos a dormir una hora más. Michel se había negado a comprar el pasaje de vuelta con nosotras, ya que no sabía cuando ni desde dónde volvería. Finalmente terminó haciendo el mismo recorrido y volviéndose el mismo día. Su compra del pasaje merece un post aparte, que no le pienso dedicar. En resumidas cuentas, después de revisar tres días consecutivos el sitio de internet e ir dos veces al aeropuerto compró un pasaje de PIA cuyo vuelo partía a las seis de la mañana. Cuando nosotras llegamos a las diez para tomar nuestro vuelo lo encontramos a él, sentado en una silla con la cara destruida, los ojos rojos y tanta bronca acumulada que sólo podía expresarse en portugués. Abordamos, nuestro vuelo, dejándolo sólo a nuestro amigo, quien llegó a Karachi varias horas más tarde de lo previsto.


Ya con los bolsos en la mano, nos tomamos un taxi para volver a nuestro departamento. Mientras mirábamos por las ventanillas reconocíamos los lugares de la ciudad: "eeey mirá el Gulf Market, acá venden sandalias baratas" o "aay ya estamos en Do Talwar (Monumento de Dos Espadas)". Cuando el taxi empezó a recorrer la avenida Zamzama la tranquilidad de volver al hogar nos invadió. Ambas comentábamos lo cansadas que estábamos y las ganas que teníamos de hacer nuestra vida "normal". Y mientras bajábamos nuestras cosas sonreíamos, nos decíamos "home sweet home". Después de unos segundos le digo a Alina "igual mi verdadera casa está en Buenos Aires" y ella me respondía "sisisi la mía en Iasi, no lo dudes". Es curioso como en un lapso tan corto de tiempo nos acostumbramos a ciertas cosas. Como nos fuimos apoderando de espacios en esta ciudad que no es la nuestra pero el vivir un par de meses nos acostumbró a ciertos elementos de ella. A los vecinos del tea shop cuya clientela colma la calle con sus tacitas de té y paratha, a cruzar la calle de manera kamikaze, a regatear hasta con el hombre de la lavandería y a elegir nuestros lugares para comer algo no picante. También es curioso (y casi triste) darme cuenta que el dicho "el ser humano es un animal de costumbre" es muy cierto. Subíamos las escaleras y le comento a mi amiga que me sorprendía que estuviesen limpias, me preguntaba si el landlord finalmente habría contratado a alguien. Alina me mira sorprendida diciendo "Ana, ¡están sucias! Secaron los charcos de agua solamente"


ACTUALIZACIÓN A TIEMPO REAL:
Los relatos que estuve escribiendo son de hace un mes atrás. En el medio pasaron muchas cosas, entre ellas caí enferma y me curé, conocí al único otro argentino que vive en esta ciudad y es una persona maravillosa, se fueron dos amigos muy queridos, llegaron otros interns nuevos, tuvimos tantos problemas con el departamento que llegaron al punto de obligarnos a cambiar de casa. Nos mudamos, nos estamos todavía acomodando y planificando un nuevo miniviaje. A su vez, al haber pasado ya más de la mitad de mi intercambio comencé a pensar en el después de Pakistán, así que mientras busco información sobre Mohenjedaro (sitio arqueológico a 5 horas de Karachi) leo también sobre Tailandia. Mi cabeza está en múltiples destinos al mismo tiempo, ¡para variar!

Post largo, están invitados a comentar quejándose si quieren. Sugerencias o algún cariño también son bienvenidos! ¡Abrazos!

martes, 25 de septiembre de 2012

Capítulo 3: I need a plan!

El reloj indicaba las ocho de la noche. Era martes, un día normal para la gran mayoría de los habitantes de Islamabad pero no así para nosotros. En un cierto tramo de la autopista que conecta las ciudades gemelas circulaba un viejo taxi con clientes internacionales: un brasileño, una argentina y un joven pakistaní. El motivo por el cual nos habíamos tomado el taxi era porque todos los micros a las Northern Areas se acababan de cancelar. No teníamos idea de qué hacer, el chofer manejaba sin dirección, ya que no sabíamos donde ir.


Un clima pesado, bronca y mucho cansancio reinaban en el coche. Lo único en lo que podía pensar era en bañarme y tirarme en la cama. Decidiendo donde pasar la noche, sabíamos que nuestros amigos pakistaníes conocían un hostel "muy barato" pero al pedirles la dirección del lugar obtuvimos como respuesta: "den unas vueltas con Ashan, vengan al restaurant donde estamos nosotros y de ahí los dejamos en el hostel, porque todavía no sabemos donde es". No era lo que queríamos, no podía pensar en pasear ni ir a ningún lugar que no fuese un hostel en ese momento.

Nuestro amigo Ashan, a quien acabábamos de conocer, intentaba animarnos. Nos hablaba de las cosas que podríamos conocer en Islamabad, que podríamos volver en otra oportunidad al Norte con más tiempo, más seguros y etc etc. Nos costaba mantener la conversación, había sido un día de emociones muy fuertes. Antes de venir a Pakistán muchos de mis conocidos estaban muy sorprendidos, no podían entender por qué venía aquí si no es un país del cual se escuchen noticias muy buenas. Bueno, imaginen venir acá y no dejar de escuchar historias sobre la inseguridad y consejos que a veces llegan a ser contradictorios! Y luego conocer gente que viajó, ver sus fotos y no saber a quién creerle y a quién no. Por lo que, en aquel momento, la seguridad de la región del norte no era el tópico a tratar. Cambiando de tema, Ashan nos pregunta si nos gustaba la cerveza. Respuesta afirmativa, que originó el siguiente diálogo (traducido aquí al español por su fiel servidora):


- ¿Tomaron alguna en Karachi?
- Sí
- ¿Qué marca de cerveza probaron?
- La Murree
- ¿Les gustó?
- Eeeeemm.... sí (a todo esto no sabíamos bien qué tan comunicativos ser sobre nuestros hábitos occidentales por lo que contestábamos con pocas palabras y seguíamos ensimismados, mirando la ventana)
-Me alegro mucho de escuchar que les haya gustado, yo soy el dueño
- (Giramos rápidamente nuestras cabezas) QUEEEEEEEEEEEEE?!?!?!!?
- Sí, soy el dueño, mi familia tiene hace años la empresa. Pueden venir a visitar la fábrica si quieren.

Una carcajada histérica se apoderó de mí, no podía parar, lloraba, me reía y gritaba "Whaaaaat? Dude, is this for real?" y me seguía riendo. Nota mental: nunca podés dejar de sorprenderte en Pakistán. Michel tampoco dejaba reírse y ambos dijimos que definitivamente queríamos a visitar la fábrica. Murree Brewery es la única empresa que produce cerveza, whisky y vodka legalmente en Pakistán y conocer a su dueño no es algo de todos los días.

Como los aiesecers no nos contestaban, fuimos a la casa de Ashan en pleno festejo de Eid a cenar junto a su familia. Nos parecía un disparate absoluto, le dijimos veinte veces a nuestro amigo que nos dejara en nuestro hostel caro pero no había caso. Imaginen ¿cómo se sentirían si dos personas de otro continente y que recién conocen pasan Navidad con su familia? Un festejo totalmente íntimo, invadido por personas de otra religión, que ni siquiera entienden bien qué se celebra! Personalmente, había otra razón muy snob que me preocupaba. La tradición en Eid es que todas las mujeres compren ropa nueva, en general van al sastre a que les prepare nuevos shalwar kameez, con diseños especiales y mucho brillo... porque justamente es EID!





Y yo me encontraba con una camisola fucsia totalmente sudada, pantalones beige, ojotas, sin maquillaje, sin nada! En un patético intento por resguardar algo de mi dignidad me puse a buscar en la mochila (la Chalten-60, fiel compañera desde hace cinco años) donde estaban los aritos, para lucir un poco ¿¿¿mejor??? ¿Era eso posible?

Entramos a la casa y fuimos recibidos como si fuesemos parte de la nobleza. Nos obligaron a sentarnos en el mejor lugar de la mesa mientras gran parte de la familia estaba en el piso. Nos traían agua, nos servían comida y no comían si nosotros no empezábamos. Aplicaba nuevamente la regla You-are-my-guest. Como yo le había preguntado a Ashan sobre los bailes tradicionales a la tarde... terminé bailando con los primos el típico baile pashto en ronda.

Tras numerosas idas y vueltas nos encontramos con el resto del grupo en un restaurant y fuimos a ver el hostel bueno, bonito y barato del que tanto habían hablado los chicos. No había al final tanta diferencia de precio pero quedamos en que era sólo por una noche. Habíamos hablado con los chicos sobre posibles actividades y nos propusieron hacer parapente al día siguiente, por lo que quedamos en hablar a las nueve de la mañana y salir máximo 10 y media.

Pakistani times, ejemplo básico: Nos levantamos a las once y le aviso a Shaza que recién nos despertábamos, que nos disculpara. Me dice que se canceló el plan de skydiving por el clima pero que igual algo íbamos a hacer. Once y media. Seguidilla de llamados y mensajes diciendo que ya pasaban a buscarnos. Checkout: 12 del mediodía. Arreglamos con un encargado del lugar desayunar y salir del cuarto unos minutos más tarde. Llama Bilal diciendo que estaban tarde pero que venían a buscarnos, que dejemos el cuarto. Lluvia, cielo muy gris, película hollywoodense con final feliz y ningún plan concreto sobre cómo seguirían nuestros días. Con Michel decidimos terminar de ver la peli y no hacer el checkout, total lo más probable era que nos quedáramos en Islamabad. Termina la peli, no hay wifi, los chicos no responden. Alina me manda un mensaje diciendo que todavía está en la casa de un amigo, esperando que también la pasen a buscar. Michel se duerme. Tres de la tarde: nos pasan a buscar y están sorprendidos porque no hicimos el checkout. ¿A dónde íbamos a ir por tres horas abajo de la lluvia? ¿Además nos vamos a quedar en Islamabad, o no? Nonono, me responden, les conseguimos un lugar. Eh? Sisisi, salgamos ahora, vamos a una estancia y después a un cumpleaños en una village y después vemos. Oh look... I NEED A PLAN!! Por favor diganme a dónde vamos, si llevar las mochilas o no, y si donde vamos nos podemos quedar, porque preferimos pagar un hotel y quedarnos ahí. Ooooh ok, Ana, te vamos a llevar al cumpleaños y después vamos a la casa de un amigo, ahí se van a quedar por el resto del tiempo, no se van a mover más... pero apúrense y agarren sus mochilas!





Recorremos los alrededores de Islamabad, las colinas verdes bajo la llovizna que adoran los pakistaníes y nos dirigimos para el cumpleaños. Se celebraba en una village a media hora de donde nos encontrábamos. Llegamos a una mansión lindísima, con un una tienda arriba, ambientada con el estilo rural típico de las villages.

El hombre de la casa, un joven pakistaní vestido de shalwar kameez comienza a hablarnos, le contamos de donde somos y él nos comenta que se encontraba en su casa solamente por Eid pero que vivía regularmente en Lisboa. Nos quedamos totalmente desconcertados al escucharlo hablar en un portugués perfecto. Me senté con las chicas y con la mujer de él y mientras teníamos una interesantísima charla sobre los matrimonios y sus costumbres escuchamos las risas de Michel. Continuaba tan fascinado por Vicky (vestido de kameez amarillo en la foto) que llamó a Roberto (amigo portugués que vive en Karachi) sólo para contarle del muchacho que acabábamos de conocer. Y como si eso no fuera suficiente lo filmó hablando en portugués.


Pasada la medianoche llegamos a la casa de Ali, quien nos alojó por el resto de nuestra estadía en Islamabad. Mientras charlábamos sobre la vida en Sudamérica nos llega un mensaje de los aiesecers diciendo: Les conseguimos un hostel en Murree, los pasan a buscar mañana al mediodía para ir hacia allá.
Escribir todos los sucesos del viaje es complicado y aún más reflejar las casualidades, sorpresas (a veces buenas y otras no tanto) y sustos que nos llevamos. Esperábamos descansar en Murree, hacer un poco de vida de montaña, respirar aire puro... bueno como no podía ser de otra forma, fue exactamente lo contrario!! Pero eso quedará para el capítulo siguiente, donde relataré el final del viaje y la vuelta a Karachi.

Abrazos!


jueves, 6 de septiembre de 2012

Capítulo 2: Homeless en Islamabad

En la entrega anterior había contado lo poco que sabíamos acerca de cómo iba a continuar nuestro propio viaje. No sólo no teníamos idea de cómo ir a Skardu sin Carlos y la camioneta mágica sino que ni siquiera sabíamos que iba a ser de nosotros en Islamabad.


Nuestra última noche en Lahore la pasamos charlando en el balcón, escuchando música brasileña y viendo fotos hasta bien entrada la noche. Nuestro micro partía a las seis de la mañana y, dado que estábamos lejos de la terminal, debíamos partir a las cinco para llegar con tiempo. Para variar, nos quedamos dormidos, ninguno escuchó sus respectivos despertadores y solamente cuando Antonio prendió la luz del cuarto diciendo “Bom dia, sao dez para as cinco” tomamos conciencia de lo tarde que estábamos. Conciencia… quizás sea un poco exagerado utilizar esa palabra. Más bien lo que sucedió fue que yo empecé a gritar “nooooooooooo nooooo” y algunas groserías al estilo del Tano Pasman y así despertando a mis compañeros, que no entendían qué bicho me había picado. Alina toda alborotada trató de explicarme en un matinal rumanspanglish que no habíamos perdido el micro y yo le contestaba que ya lo sabía, que el micro era a las seis pero que nos teníamos que ir de inmediato. Mientras corría de un lado a otro metiendo las cosas en la mochila Michel, tranquilísimo, decide ir a tomarse una ducha (lo mismo había hecho antes del tren). Llegamos corriendo a la estación, cargamos los bolsos y subimos prácticamente últimos. Por algún extraño motivo el llegar tarde a casi todos lados se mantendrá como una constante durante el viaje.


Nos tomamos un bus Daewoo a Rawalpindi, la “ciudad gemela”, a 14 km de Islamabad y de allí una combi a Ia capital del país. Llegamos y no teníamos realmente idea de donde estábamos, nosotros habíamos dado por sentado que íbamos a llegar al centro de la ciudad o a la “terminal”. No, resulta ser que la terminal de micros que usan los Islamabadenses es la de Rawalpindi. También nos enteramos más tarde que no existe tal cosa como “centro de la ciudad” El conductor de la combi nos había dicho que íbamos al G7 y al decirle eso a Carlos me dice “Ana, el G7 es enorme, pasame una dirección más específica por favor”. Sentados en la vereda sin que nadie pudiera decirnos donde estábamos, mirábamos atónitos las calles anchas de una ciudad que se parece más a un suburbio estadounidense que a una ciudad pakistaní. Decido ir a un hotel cercano a hacer algo tan básico como preguntar la dirección. Los chicos esperan en la vereda, Michel sentado como un típico pakistaní.

Obtenidas las coordenadas, mi compatriota nos pasa a buscar. En el camino nos explica que Islamabad, ciudad planificada desde cero, está dividida en cuadrículas, letras hacia un lado y números hacia el otro y dentro de cada una de ella las calles suelen ser números. Por lo tanto una dirección puede ser “Street 8th F6” y como eso no suele alcanzar empiezan “enfrente de este edificio, a la vuelta del parque, etc etc”

Nuestro ángel de la guarda nos lleva a la casa de un colega suyo donde dejamos los bolsos y nos presenta a un amigo que es agente de viajes. Nos ofrece ir al otro día a un pueblo en las montañas junto a una familia alemana. Nosotros, encantados, cualquier cosa por alejarnos de la vida de ciudad y acercarnos a la naturaleza. Mientras tanto, Carlos se va a buscar pan para el asado. Bueno, mañana partimos, todos contentos. Volvemos a la casa donde estábamos para almorzar y yo no podía dejar de mirar la comida como si fuese un cargamento de diamantes. Tal es así que Nicolás me dice “la forma en que mirás la carne y la sonrisa que tenés en la cara me llenan de felicidad”.


Tras charlar sobre los temas obligatorios para las personas que se encuentran fuera del propio país (hace cuánto estás acá, que estás haciendo, donde vivís, te gusta, etc) llegamos al tópico estudios…para descubrir que habíamos ido a la misma facultad! En una mesa de siete personas, cuatro de ellas resultaron haber pasado por las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales, tres politólogos y una socióloga en formación se encontraron en Pakistán. A miles de kilómetros de Buenos Aires discutir sobre cátedras y profesores de Sociales resulta algo irrisorio, todavía más si es con personas que uno acaba de conocer!

Continuamos hablando sin parar hasta que llegó el turno de ir hacia nuestra morada por un día, el departamento del amigo de un amigo, donde básicamente nos cambiamos, comimos y dormimos. Estábamos alejados de la ciudad y al recibir la lamentable noticia de que el viaje a Fairy Mellows no podía realizarse decidimos ir a un hostel para, por lo menos, recorrer Islamabad y tener acceso a taxis y lugares para comer. El tema movilidad no es menor, en aquella ciudad es imprescindible tener auto para todo, hasta para ir a comprar una Coca necesitás auto. Al llegar al hotel que habíamos buscado ese mismo día nos muestran las habitaciones y si bien en un principio estábamos decididos a gastar la menor cantidad de dinero posible… vimos la suite y nos enamoramos. Camas enormes, aire acondicionado, heladera, televisor, bañadera, balcón con vista al jardín, mesa y sillas, wi fi.


Ninguno dudó, tomamos la habitación más cara del lugar y disfrutamos de una tarde con las comodidades que tanto extrañábamos. El personal del hostel (o la guest house, mejor dicho) se portó de mil maravillas, ayudándonos con listado de lugares para visitar, restaurantes y se prestaban a cualquier consulta. Les preguntamos cómo estaba la situación para ir a Gilgit y el dueño del lugar nos dice que normal, que podíamos comprar un pasaje de micro para el día siguiente si queríamos. Sentíamos que ahora sí teníamos las riendas sobre nuestro destino, no parábamos de decirnos a nosotros mismos “desde un comienzo tendríamos que haber hecho esto!”







Pasamos la tarde decidiendo a dónde ir cuando recibo un mensaje totalmente inesperado de Nauman, un amigo de Karachi, diciendo que está en Islamabad por un día y que se enteró por Ingrid que nosotros también; nos pregunta si queríamos salir a la noche. Le contamos que pensamos recorrer la ciudad, nos encontramos en la mezquita Faisal, una de las mezquitas más grandes del mundo y de allí nos vamos al Pakistan Monument. Nuestro amigo se peleó con los muchachos de la entrada para hacernos pagar como pakistaníes, no entendemos urdu pero el tono de voz iba in crescendo y los gestos no eran muy amigables. La diferencia de precio era notoria, pero decir que teníamos doble ciudadanía era algo totalmente impensado para nosotros. Créase o no, pagamos 20 rupias para entrar (0,20 dólares) y Nauman nos terminó agradeciendo por llevarlo allí, no conocía el monumento y estaba encantado.






Fuimos a cenar a un restó de comida italiana, donde nos quedamos charlando tanto que no nos dimos cuenta de la hora. ¿Cómo volver al hotel? Nadie pensó en eso, el restaurant cerrado y sin taxis a la vista empezamos a caminar por Islamabad hasta que nos dicen que íbamos en la dirección contraria. Sin dejar de reírnos retomamos nuestro punto de partida y encontramos un taxi que nos llevó de vuelta. Jugamos a los anfitriones y durante toda la noche le decíamos a Nauman “now come to our place, you’re our guest”, nos negamos reiteradas veces a aceptar la plata que nos daba por apenas unas horas que iba a pasar con nosotros antes de irse al aeropuerto. La segunda frase más escuchada en el viaje fue “Feel comfortable”, con la cual también nos reíamos porque era expresada en tono de orden… lo cual claramente generaba el efecto contrario.

Al día siguiente Michel y yo teníamos nuestros pasajes ir a Gilgit, a la tardecita salía nuestro micro. La situación se había tranquilizado, compramos los pasajes y arreglamos para encontrarnos con Shaza y Bilal (dos aiesecers de Karachi que recién llegaban a Islamabad para un proyecto) y otros amigos de ellos que no conocíamos. Alina prefirió quedarse en Islamabad con ellos. Nos despedimos muy emotivamente, prometo mandarle dos mensajes de texto por día contándole como estábamos y nos dirigimos a la estación con Ashan, el amigo de una chica de Polonia que estaba haciendo su internship en Lahore. Explico esto porque el chico nos brindará grandes sorpresas más adelante sobre todo teniendo en cuenta que lo habíamos conocido de una manera completamente aleatoria. Llegamos a las corridas –para variar- a la terminal de Rawalpindi y al acercarnos a la empresa nos empiezan a hablar en urdu a toda velocidad, no entendíamos nada, pero creíamos que no era algo bueno. Ashan nos traduce: todos los micros que van al Norte fueron cancelados. Hubo muchas lluvias así que hay peligro de derrumbe y no es seguro quedarse en el medio de la ruta.

Nos subimos a un taxi, bastante decepcionados, cansados, con mucha bronca y ya totalmente resignados. Michel me mira y me dice: “es el destino… o al menos eso es lo que diría mi mamá”. Lo miro fijo a los ojos, asiento con la cabeza sin poder hablar al principio y luego respondo que exactamente eso es lo que diría mi madre. Me reclino en el asiento, observo las calles-casi-autopistas, las luces y los autos último modelo que pasaban al lado de nuestro taxi mientras la voz de mi mamá me taladraba el cerebro. Sé que es algo físicamente imposible pero escuchaba "Ana, todo pasa por una razón, si no podés viajar al Norte por algo será, dejá de insistir" con su tono de voz, sus pausas, sus palabras tenían una sonoridad y una textura tan fuerte que era impresionante. Cerraba los ojos y la veía en la cocina de mi casa, cruzando y moviendo las manos, diciendo "no podés Ana, LISTO, dedicate a conocer los lugares a los que sí podes ir, priorizá y cuidate a vos misma"







PRÓXIMO CAPÍTULO Capítulo 3: I need a plan!
Adelantos: cena inesperada de Eid en la casa del dueño de una importante empresa, el hotel más sucio del viaje, cumpleaños tradicional en un pueblo y mucho más!