domingo, 9 de diciembre de 2012

El caso Kerri Max Cook y reflexiones tras su conferencia en Karachi

Kerri Max Cook es el nombre de un ciudadano estadounidense que vivió la mayor parte de su vida en prisión, condenado a muerte, pese a que era inocente. Su historia me era totalmente ajena y si bien sé de casos de presos inocentes, de hombres y mujeres que viven años tras las rejas sin siquiera haber recibido una sentencia, vi películas y leí textos relacionados con el tema nunca había tenido contacto directo con ellos. Nunca había tenido la oportunidad de escuchar una exposición sobre la pena de muerte y poder preguntar lo que quisiera. Por más bizarro que parezca, dicha oportunidad se me iba a presentar de la forma más inesperada estando en Karachi. Pero déjenme contarles la cadena de hechos que explican como llegué a conocer a Kerri.

En julio, recién llegada a Pakistán me había contactado con la Embajada Argentina con el objetivo de hacerles saber que me quedaba unos meses acá, tener algún contacto por si sucedía alguna emergencia y, también, indagar si había otros compatriotas por acá.
Mi primer mail fue muy formal y de hecho me sorprendió que me respondieron muy amigablemente pidiéndome los datos personales. Tras el segundo mail el cónsul me llamó enseguida, preguntando qué hacía una chica de 22 años en Karachi. Conversamos largo rato por teléfono, hablamos desde la situación del país en el que nos encontramos hasta de los asados y el mate. Me pasaron los datos de Marcelo, el único argentino que vive en Karachi en forma permanente. Dudé si mandarle un mensaje o no, me sentía medio tonta con la sola idea de llamar a alguien y decirle "Hola, ¿qué tal? Somos del mismo país, veamosnos!" Un mes y pico más tarde un amigo italiano me contó que conocía al argentino en cuestión y que era una excelente persona. Me convenció para que lo contactara y así lo hice. El llamado -que me tenía muy nerviosa- resultó ser una larga conversación muy alentadora, con la cual quedé ansiosa por conocerlo en persona.

Nos encontramos una tarde con la idea de tomar un café. Los restaurantes de la costanera estaban cerrados por lo que tras dar vueltas alrededor de la ciudad fuimos a su casa y fui bienvenida con mate y VAINILLAS. Me sentía en casa, muy cómoda, hasta la decoración de su hogar me hacía olvidar donde estaba. Mi temor original de que no hubiese tema para hablar desapareció totalmente en la cena, cuando ninguno de los dos podía parar de hablar, preocupados por muchas cosas de nuestro país de origen y compartiendo impresiones sobre Pakistán. Me resultó increíble su análisis del contexto en el que nos encontramos viviendo, su descripción de las familias, sus explicaciones de hechos todavía insólitos para mí. Claro, lleva 13 años viviendo en Pakistán. Pero, de todos modos, ese "algo más" que nos hermanaba no era el idioma sino las tradiciones, la historia, la forma de ver el mundo. La cultura entendida como un concepto semiótico, una malla de interpretación de los signos o "la trama de sentidos" en palabras de Clifford Geertz. Por esta misma hermandad cultural muchas veces he compartido y entendido muchas cosas de mi estadía acá con Juan y con Michel, quizá más que con otros amigos extranjeros.


A partir de aquel contacto inicial me junté muchas veces con Marcelo, ya sea para ir a misa, a la pileta, a conocer sus alumnos de español o simplemente para tomar mate. Como siempre que propuso algo resultó ser un buen plan cuando me invitó a un evento que se organizaba en la escuela donde trabaja acepté sin dudar. Lo que sabía era que se trataba de una charla sobre la pena de muerte. Nada más. Juan y Alina se sumaron sin tener más información. En el camino Marcelo nos contó que una de las alumnas de la escuela había contactado a Kerri tras haber oído e investigado sobre su caso. La chica habló con los profesores y directivos de Karachi American School y logró que la escuela lo invitara a presentar el tema en la institución, invitando a padres y alumnos.


Un hombre de estatura mediana, pelo canoso y sonrisa franca se presentó en el escenario. Con un fuerte acento estadounidense y mucha simpatía comenzó a relatar su infancia en Alemania, donde su padre se entrenaba en el Ejército. Una muy complicada historia familiar su hermano era el único bastión emocional que lo hacía sobrellevar todas las adversidades. En su juventud la familia volvió a Estados Unidos, donde cuestiones personales sumados a la rebeldía adolescente lo envolvieron en pequeños incidentes que podrían haber quedado olvidados, como los de muchos adolescentes en cualquier parte del mundo. Tal es así que cuando asesinaron a una vecina suya la investigación policial lo dio por culpable. Las huellas de una visita previa y el hecho de que había infringido la ley anteriormente parecieron ser evidencia suficiente. Una trama inédita de corrupción y aspiraciones de ascenso en la policía, manipulación de testigos, indecisión del jurado, complicaciones familiares dieron con un total de 22 años en prisión en la peor institución carcelaria de Estados Unidos.


Kerri recreó con cinta adhesiva el tamaño de su celda en Texas, mientras relataba cómo era convivir dentro de ella junto a otras 3 personas en condiciones infrahumanas. A medida que contaba su historia lo que nos sorprendía a todos era la fuerza y valentía que lo mantuvieron cuerdo y lo impulsaron a seguir luchando por su libertad. Lo que yo había creído que iba a ser un debate teórico sobre la pena de muerte fue una conversación de un hombre que literalmente abrió su corazón y compartió todo con nosotros: sus frustraciones, el desprecio de su madre, la falta de apoyo, su alegría al salir y los problemas que enfrenta hoy en día. Cerró su charla con un Powerpoint de fotos que recorrían elementos que lo definían desde la película favorita de su hermano, la casa durante niño, la tumba de su padre y la celda texana. Lloraba en silencio mientras veía las imágenes y pensaba: ¿Cuántas veces nosotros nos desesperamos por cosas intrascendentes? ¿Cuántas veces nos frustramos y abandonamos todo ante sucesos naturales de la vida? Sentada frente a un hombre que tenía todas las de perder me quedé admirada de cómo sonreía, cómo podía hacer chistes y transmitir una fuerza vital increíble. Las preguntas del público claramente apuntaban a lo mismo que me sorprendía a mí. Mucha gente se animaba a preguntar: ¿Cómo pudiste perdonar a tu madre, al sistema judicial, cómo vivís en paz, cómo no querés venganza? Y Kerri contestaba cada una de las preguntas, sin horrorizarse ni cansarse, alentando a todos a preguntar sin avergonzarse. Tras la charla me acerqué, pude saludar a Kerri y su mujer, personas realmente encantadoras, de aquellas a quienes se les nota la dulzura en sus ojos.


Sin saber que la charla iba a durar tanto yo tenía también otros planes. Sábado a la noche, era el cumpleaños de Tabinda por lo que un amigo me estaba esperando fuera de la escuela para ir juntos a la fiesta. Comí algo apurada con los chicos y salí a toda velocidad, en un estado de conmoción muy fuerte. Sentada en el auto le explicaba a Razee de la charla, me sentía capaz de comerme al mundo, creía que absolutamente todo era posible. Pero mi amigo me miraba con cara de piedra mientras yo le relataba la increíble injusticia. Mi fuerza y alegría se desvanecían mientras me decía "Ana, ¿sabés cuántas personas están en Pakistán presas sin ninguna razón específica? ¿Cuántos civiles mueren todos los días con los bombardeos en la frontera con Afganistán y nadie hace nada? ¿Sabés cuántas Malalas hay por día y sus ataques quedan olvidados?" Como si me hubiesen dado una cachetada para despertarme, me calmé y tuve que admitir que era verdad. Que estaba fascinada por la valentía de alguien que se animaba a contar su historia con los más íntimos detalles pero que ahora estoy en un país donde la vida de la mayoría de la sociedad es un bien poco preciado. Donde el riesgo se ve como algo divertido, donde se vuelve algo normal que la red de celulares quede totalmente bloqueada durante las festividades religiosas y donde el tráfico es tan impredecible que logra que planes arreglados con su debido tiempo se cancelen como si nada.


Aquel día entendí que la famosa "resilience", de la cual los pakistaníes están muy orgullosos, es un arma de doble filo. Resistir y sobrellevar los obstáculos que la vida nos antepone es algo necesario pero no se puede tolerar absolutamente todo. El hecho de que Kerri haya podido salir de la cárcel, probar su inocencia y llevar su voz a diversas partes del mundo es admirable. Hay héroes en la vida real, casos que sirven como fuente de inspiración y que hay que dar a conocer. Pero el "you saw a shooting (tiroteo), yeah it happens, move on" es algo que no va conmigo. No todo puede justificarse y lo malo de acostumbrarse a cualquier situación es perder la esperanza de cambio. Sea de la forma que fuere es menester hacer algo. Alina, mi amiga, compañera de cuarto y próximamente compañera de viaje escribió al respecto algo muy interesante. Equiparó las advertencias de seguridad y la forma de encarar la vida acá con la famosa imagen de los tres monos indicando: "no veo, no escucho, no hablo". Doy fe que hay muchísimos pakistaníes que trabajan día a día por cambiar la realidad de su país. Pero a lo que todos los extranjeros nos sorprende es que puedan aceptar las alertas de seguridad y encierro en el hogar así como el hecho de que las protestas se vuelvan algo tan cotidiano que al día siguiente los bazaares estén poblados de vuelta de familias realizando sus compras. Como cereza del postre, el fin de semana pasado los interns de las tres ciudades principales del país (Karachi, Lahore e Islamabad) nos encontramos en una conferencia nacional. Intercambiábamos opiniones sobre nuestra estadía aquí y todos coincidíamos en algo: nos habíamos acostumbrado al estado de tensión y las alertas de seguridad. Lo teníamos incorporado, aunque aún nos molesta. Lamentablemente, hay cosas que nunca deberían formar parte de la vida cotidiana. 



PD: La primer foto la obtuve de http://razorwirewomen.wordpress.com/2012/03/04/kerry-max-cook-an-innocent-man-still-seeking-exoneration-a-post-by-ashley-lucas/
      La última foto la tomó mi querida amiga Gokce, en una de las calles de nuestro anterior departamento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario