miércoles, 18 de julio de 2012

Primeras visitas a las comunidades rurales de Sindh


Buenos días Buenos Aires, Buenas noches Karachi.

El martes pasado visité Sujawal, un poblado ubicado a 2 horas de distancia de Karachi. El trayecto medido en kilómetros que sería el indicador esperable no sirve de nada acá porque el tiempo que lleva transportarse de un lugar a otro no tiene correlato alguno con la distancia recorrida. Esto se debe a que en la misma ruta podés encontrarte buses locales (que imaginen que no alcanzan una velocidad alta), que al salir de la autopista los demás caminos no están en buen estado y, también, a que a medida que uno se acerca a las comunidades hay seres no motorizados que transitan el camino; seres llamados vacas. Y el sábado Jatti, ubicado a tres horas y media, todavía más lejos que Sujawal

El camino a Sujawal fue más bien tranquilo no hubo muchas interrupciones pero Jatti estaba todavía más lejos, los caminos no estaban en muy buen estado y los rickshaws (especie de taxi, tipo tuk-tuk) dominaban la carretera.
Es muy interesante que, contrario a como yo lo imaginaba, las comunidades están un poco disgregadas entre sí. Se dividen en clanes familiares, entonces un poblado puede tener entre ocho y diez clanes que están a una distancia de 15 minutos, uno del otro. En la mayoría de ellos, hay una cocina común, un solo baño para todos y las casas están dispuestas de forma tal que al salir ves a tus parientes, una frente a la otra y una al lado de otra. No me considero una experta por haber ido apenas dos veces, así que repito, esto son meras observaciones. Pero las familias están muy “relacionadas” entre sí para actuar en las tareas cotidianas: cocinan, ordenan, limpian y lavan juntas. Las mujeres, demás está decirlo. Y los niños, hijos de las distintas familias, correteaban juntos de un lado para otro. Fueron quienes más se acercaron a nosotros y se divertían con nuestra presencia. La visita a Sujawal fue espectacular para ellos porque fuimos con una grúa para tomar fotografías aéreas. Imaginen el revuelo que causó, todos querían subirse a la caja y ver su casa desde arriba pero pocos se animaban. En un cruce de caminos hasta yo me sorprendí al observar alrededor de treinta hombres que aparecieron de la nada, todos amuchados y hablando fuerte. Le pregunto a Fahad que sucedía, si eso era una reunión tribal, si debía bajar del auto y me dice irónicamente: “Encontraron algo nuevo para hacer, ver una grúa. Si querés distraerlos y tener una muchedumbre que observe a la única chica blanca del pueblo bajate, yo me quedo acá”

Dependiendo del clan, ya que cada uno es muy distinto, era el grado de interacción que yo podía realizar. En general, las mujeres me recibían bien e incluso me trataban como si fuera superior a ellas. Si me sentaba en el piso me traían almohadones. En una directamente se sentó una chica a mi lado con la exclusiva función de abanicarme por más que le dijera a través de señas que no era necesario. Y lo gracioso es que me hablaban en Sindhi, el idioma provincial, ni siquiera en Urdu, en el cual alguna que otra palabra puedo decir. Trataba de explicarles que no las entendía y seguían hablándome. Así que yo les hablé en español, para qué hablar en inglés si total no nos entendíamos. Y teníamos unas no-conversaciones (falla en el código de comunicación, de acuerdo al esquema de Jakobson) muy graciosas. Otro detalle simpático es que cuando nos sentábamos formaban un círculo alrededor mío, todas me miraban y sonreían. En una de las aldeas de Sujawal cociné chapatis con indicaciones a través de señas y comentarios emocionados en Sindhi. Mi primer chapati salió chiquito y deforme, todas las mujeres se rieron. El segundo era un poco más grande y los demás eran normales. Imposible lograr un círculo perfecto, quizás con más práctica lo logre.

Si hablo tanto de las mujeres es porque sólo con ellas pude “hablar”, apretar las manos como saludo y pasar tiempo. Porque los hombres como máximo me saludaron con “Salama Alekum”, después era inexistente. Si bien sabía que era muy probable que eso sucediera no dejó de impactarme. Es muy diferente saber algo que vivirlo en carne propia. No estoy diciendo que me discriminaron violentamente ni tampoco que en Argentina la igualdad entre el hombre y la mujer sea perfecta. Pero los roles están notoriamente distribuidos en las comunidades rurales, hay cosas que las mujeres hacen y otras que no, fin de la discusión.
El sábado me pegó más la visita. Venía de conversar la noche anterior con Michel, un brasileño que también está de intercambio, sobre diferencias culturales. Incluso luego de que se fuera a su casa, me quedé pensando mucho en las relaciones padre-hijo, hombre-mujer y las de amistad en los distintos países; así que podríamos decir que ya estaba sensible. Antes de adentrarnos en las “villages” fuimos a una especie de mercadito central del pueblo a preguntar por los dos arquitectos encargados de la construcción de hogares. Me sorprendió encontrarme con hombres exclusivamente, parece que las mujeres no van a realizar las compras. En una de las comunidades las mujeres eran más tímidas, se escondían de la cámara de fotos pero reaparecían después, espiando detrás de las paredes porque querían saber que sucedía. Más allá de lo irrisorio de ver cómo Roberto, compañero de Portugal, sacaba la cámara y 20 mujeres disparaban corriendo para un lado llegaba un punto en el que pensaba “¿realmente es para tanto?”. El relativismo cultural, el cual defendí muchas veces, me empieza a molestar. ¿Hay que entender y tolerar todo? Nadie tiene la verdad sobre cómo comportarse a nivel humano, pero hay muchas cosas que me hacen ruido y no digo específicamente de las comunidades rurales sino de la sociedad en general. Estos pensamientos no ponen en duda el cariño que se puedan profesar los seres humanos, lo que me cuestiono es si algunas normas sociales tienen efectos positivos. A esto le sumo las penosas condiciones de higiene de la comida y el agua, otra cosa esperable pero igualmente impactante.ç

Sumando más eventos al combo emocional que tenía dentro mío, llegamos a las ocho de la noche, tras una jornada de trece horas y fuimos junto con nuestros demás amigos a “crabbing”. Si pienso una traducción sería “pescar cangrejo”, que fue lo que pensé que íbamos a hacer. Pero “crabbing” es salir de paseo en bote y que los marineros cocinen el cangrejo que atraparon anteriormente. La pasé bien, era una linda noche y una actividad divertida. Pero quizás no era lo que necesitaba justo en ese momento. Al otro día, tras haber dormido una buena cantidad de horas, me bañé (algo que me pone muy feliz) y fuimos a la despedida de una chica que tras un año en Pakistán, vuelve a su casa. Con mayoría de extranjeros las conversaciones siempre terminaban rondando en las diferencias. El clima, cómo se festeja Navidad y Año Nuevo, la religión y su puesta en práctica, la vida en familia y la comida fueron los principales temas. Me sentí acompañada, disfruté el tiempo compartido y después me fui con Andreea al shopping, el no-lugar (Marc Augé) por excelencia. Al salir de allí y ver las paredes sin revocar de los edificios de Karachi no entendía nada. Le digo a mi amiga: dentro del shopping me sentía casi en casa, ahora por unos segundos no entiendo nada. Y ella, que lleva tres meses viviendo acá me mira y me dice “sí, yo cuando extraño mi casa vengo al Dolmen Mall”.

Ayer, martes, no había tenido un muy buen día. Volvía a casa un poco cansada, pensé que iba a estar sola, pero estaba trabado desde adentro. Reacción mental: la nueva intern de Indonesia debe haber llegado a la casa. Golpeo para que me abra y me encuentro con un chico de China súper emocionado gritando en castellano “Hola Ana, ¿cómo estás?” Siendo la única hablante nativa de español de esta pequeña comunidad fue una gran alegría poder conversar con él en español. Fuimos al super juntos, nos independizamos de los autos y nos tomamos un rickshaw. Me encantó que le gusta pelear el precio de las cosas también! Al final se mudó al otro departamento, así que vamos a estar a dos cuadras de distancia nomás y le hice prometer que vamos a cocinar comida china.
Todo es posible acá! Saludos, voy a dorir, mañana es un largo día!

2 comentarios:

  1. Hola!
    Juan de nuevo, me suscribi al mail. Me encanto el relato, que lindo el contacto que tuviste con las mujeres.
    Me gusta la critica implicita que haces al concepto de "no lugar". Si un shopping es un espacio que puede curar la nostalgia entonces es un lugar en el cual podes "recuperar" tu identidad, tus relaciones y tu historia, justamente al contrario de lo que implica la palabra "no-lugar". Que loco y, en cierta manera un poco perversa, que lindo encontrarse "en casa" en un shopping.
    Me re gustaria leer sobre el trabajo que estan haciendo ustedes, como se organizan y eso, obvio que desde tu perspectiva. Van a publicar las fotos que tomaron? Deben ser increibles!
    Bueno ya me suscribi, que lindo leerte. Espero que sigas teniendo experiencias enriquecedoras, te hagas amigos y no te bajonees mucho con las cosas feas de la cultura de las comunidades.
    Abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Guau! Acabo de ponerme al día con tu blog. Qué linda experiencia!

    Sabés que me re quedé pensando en eso de que te sentías en casa en el shopping. Qué increíble tener una experiencia de ese tipo (al margen de lo que podamos pensar de los shoppings). De pronto, te encontraste en un lugar familiar, un lugar en el que sabías moverte, para el cual tenés todo un acervo de conocimientos que te logran ubicar y que te permiten controlar la situación. Uno en un shopping sabe cómo moverse, como también sabe hacerlo en un bar porteño, en un boliche etc., en donde se mantienen ciertos patrones regulares de organización espacial. Son lugares a los que recurrimos habitualmente en nuestra vida diaria, y que por lo tanto manejamos. Pero luego, saliste de ahí, de esa isla, y todo ese marco referencial se te vino abajo... ¿Cómo no te ibas a sentir tan extrañada fuera, en una ciudad visualmente tan distinta a Buenos Aires?

    Qué lindo leerte Ana! Qué lindo que combines reflexiones sociológicas con relatos tan interesantes.

    Espero que sigas bien y te prometo seguir leyéndote.

    Un abrazo grande.

    Martuni.

    ResponderEliminar